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sábado, 25 de junio de 2011





UNA JORNADA CULTURAL EN GUADUAS




Leo con atención sobre la arremetida del partido republicano en Estados Unidos contra derechos fundamentales de la sociedad, basado en el principio de que lo privado debe predominar sobre lo público, por lo que el estado se mira como un enemigo al que hay que arrinconar. Y observo imágenes que pensé deberían corresponder a países del tercer mundo-familias viviendo en la calle, miles de personas haciendo cola para reclamar un plato de sopa, protestas de trabajadores a quienes se les han suprimido sus derechos, persecución a inmigrantes-. Hace algunos años el gobierno argentino entró en furia contra un periódico por haber publicado la foto de unos niños que asaban una rata para comérsela. El escándalo fue mayúsculo . Y en la tierra de las grandes conquistas sociales, un hombre se hizo encarcelar para poder tener derecho a la asistencia médica, que en EE:UU. cuesta montones. ¡Cómo nos parecemos en estos tiempos de neoliberalismo!

La propaganda de las grandes corporaciones ha sido eficaz promoviendo la idea de que los causantes de las miserias humanas son las personas sin iniciativa. Sea usted como Bill Gates, nos dicen sin sonrojarse los adalides de la nueva sociedad. Hablar de derechos pasó a ser un discurso anacrónico y la verdadera hermandad se alcanza en las redes sociales, donde las personas sí tienen reconocimiento.

Converso con algunos exalumnos del Samper que han emigrado a Bogotá a estudiar carreras universitarias. Me seduce su discurso, tan ligado a las nuevas tecnologías, los nuevos sentidos del goce y la rumba, la plasticidad con que asumen las interacciones sociales. Cuando los temas entran al campo de luchas y reivindicaciones, siento que mi discurso se mueve sobre arenas movedizas. La fascinación que ejercen las tecnologías ocupa una parte central de sus vidas y sospecho que estamos ante el advenimiento de nuevas maneras de vivir lo público. Creo que ante el panorama desolador de la pérdida del bienestar social, sólo los jóvenes están en capacidad de generar resistencia a las políticas instigadas desde las altas esferas del poder global con estrategias novedosas y cambiantes. La nostalgia de las formas de organización política tradicional sólo encubren el reclamo de un nicho de poder que se pierde inexorablemente.

En estos días viví con alegría un encuentro muy particular en la Fundación Antonio Romero Guzmán. Por sugerencia de Alejandra, mi mujer, organizamos un evento denominado LA FIESTA DEL LIBRO. RINCONES DEL SABER PARA COMPARTIR. Al realizar la convocatoria para la organización, respondió un número elevado de personas, casi todas de estrato uno y dos. Como hormiguitas, adecuaron los sitios, los decoraron y durante ocho horas compartieron la palabra y la lectura con los asistentes al evento.Un grupo de estudiantes del colegio Samper me acompañó y apoyó en la organización.También hubo venta de productos artesanales y alimenticios. En horas de la noche se llevó a cabo una velada cultural, con danza, música, teatro y poesía. ¡Tan hermoso ver a personas humildes dedicando un tiempo valioso a la preparación de un evento que sólo les reporta la satisfacción de disfrutar la cultura, de propiciar el encuentro de personas que gozan con el arte, las artesanías, la culinaria!

Cuando suceden asuntos como los que he descrito, siento que los jóvenes poseen las habilidades suficientes para reivindicar derechos básicos de los seres humanos. A su modo, con la inteligencia y la sensibilidad que les da el moverse como peces en el agua en estas sociedades globalizadas, elaboran formas de resistencia que hacen que la vida adquiera nuevas perspectivas. Y la integración con los adultos es tan rica en intercambios cuando existen deseos de plasmar experiencias estéticas y sociales .


Al compartir la experiencia cultural con personas de todas las edades en la fundación Romero ratifiqué una convicción personal: las actividades de integración alrededor del arte, la danza, la música, la palabra generan afecto y solidaridad, brindan a las personas un momento de comunión y alborozo, taza de café humeante que nos aviva pensamientos gratos.














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