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viernes, 24 de enero de 2025



LUGARES REALES E IMAGINADOS

 Los pueblos reales e imaginados forman parte de nuestras representaciones sentimentales. Macondo, Comala, Guaduas, Honda son mis  referentes a la hora de radiografiar momentos memorables de mi vida. En la  memoria se construyen- arquitectura de la imaginación- la luz, el ambiente de esos pueblos: la luz agobiante que se mezcla con los tonos oscuros de sitios y calles donde viven los muertos en Comala; la luz prodigiosa del trópico con las sombras de las tragedias que se abaten sobre el lugar en Macondo. 

Establecer una conexión profunda con un lugar significa navegar entre lo real y la imaginación. Las calles que se recorren adquieren visos de fantasía y aventura, de solaz e inquietud. Cada espacio contiene la suma de intercambios y miradas que se transforman con el tiempo y el recuerdo. Guaduas, por ejemplo, tiene el tono verde de sus montañas, el calor de sus días y las emociones que componen el panorama de una existencia vivida en las interacciones con personas y objetos. A veces me parece percibir un aire macondiano en mi Guaduas, en un  juego en el que realidad y ficción se confunden y plasman escenarios prodigiosos, dignos de película.


Hemos visto dos puestas en escena de Pedro Páramo y Cien Años de Soledad; la primera, una película de Rodrigo Prieto, la segunda, una serie dirigida por Laura Mora y Alex García. Mis expectativas iban por la curiosidad de observar la manera como estas producciones  encaraban la construcción de los lugares. Reto arduo, dada la popularidad de las novelas y el impacto de Comala y Macondo en nuestras representaciones sociales y culturales. Me parece que las producciones logran transmitir el encanto y la complejidad de los pueblos, de crear sensaciones de agobio, exuberancia, sofoco, pesadez, misterio y movimiento.


Quien recorre un lugar conocido arrastra el peso de las tradiciones y las vivencias que  constituyen el legado memorioso con el cual armamos nuestros afectos y deseos, anhelos y desdichas. Una callecita hondana es para mí el agite gozoso de la subienda, de la fiesta, de su barrio colonial, del calor agobiante que invita a tomarse una cerveza helada junto al río Magdalena.  La Plaza de la Constitución de Guaduas ha sido el espacio de los encuentros placenteros, del desfile  de personajes entrañables, de las citas amorosas, de la alegría con los amigos al ritmo de la palabra risueña en un escenario donde la historia resuena en sus casas y balcones. 

Tan real es Macondo en nuestras mentes como lo es el lugar o lugares donde transcurren nuestras vidas. 



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