JOHN WILLIAMS: BELLEZA Y SENSIBILIDAD PARA TODOS
Empecé a ver el documental "la música de John Williams" en Disney pensando que no era un asunto para mí. A medida que transcurría la historia, me fui acomodando en la cama ante el relato del prodigio y el talento de un compositor extraordinario. Williams es el compositor de la música de películas como "E. T. ", "Star wars", "la lista de Schindler", "Indiana Jones y los cazadores del arca perdida", "Tiburón", "Jurassic park", "Encuentros cercanos del tercer tipo", " mi pobre angelito", "Rescatando al soldado Ryan" y muchas otras mas. Su relación profesional con Steven Spielberg ha producido películas inolvidables y nos ha enseñado el valor de la música como un componente fundamental de la producción cinematográfica. Tal es su talento, que acumula cinco premios Oscar y 54 nominaciones al mismo, veintiún Grammys y cuatro Globos de oro.
Williams señala en el documental la importancia del ambiente familiar y de una actitud colaborativa por parte de sus padres- ambos artistas-, lo que favoreció su elección temprana por la música. Otro aspecto fue la continua exploración por diversas tendencias musicales- jazz, clásica- y una disciplina constante. Algo en su cabeza lo orientó hacia la música de las películas y hechos considerados fortuitos lo llevaron a incursionar en este campo- uno, en especial: su encuentro con Spielberg-.
En alguna parte del documental, Williams expresa su preocupación por el destino de la música contemporánea. La creatividad del artista es reemplazada por los sintetizadores, las orquestas sinfónicas se vuelven rara avis y la industria musical desconoce el talento de los artistas. Válida la preocupación del compositor, pero es necesario mirar lo siguiente: en estos procesos de cambio, el reto consiste en perseverar y mantener una red proactiva de creadores, explorar las posibilidades que nos brindan los desarrollos tecnológicos y expandir el público capaz de resistir la apabullante hegemonía de las grandes empresas dedicadas al entretenimiento. No hay que temer a los cambios, llegan de forma inapelable y aun a costa de nuestra voluntad, nos obligan a cambiar. Pienso en la gama de posibilidades que se abren para el arte con tantos recursos disponibles en la red.
Una cuestión necesaria consiste en mirar cómo hemos sido nosotros mismos, en muchos casos, quienes hemos posibilitado la pérdida de la creatividad. Como maestro, observo el abandono de las artes en los planes de estudio de las instituciones educativas. Nos dicen que solo con las matemáticas y el lenguaje encontraremos la solución a todos nuestros males. Sin una orientación que exponga la diversidad sensible del mundo, jamás tendremos Johns Williams. La dualidad ciencia versus arte es falsa, en la medida que tanto la una como la otra forman parte de nuestro equipaje racional y sensible.
Terminé de ver el documental de Williams con una idea: la creatividad humana está ahí, siempre activa, rica en propuestas que enriquecen nuestras vidas. Tan valioso es Vivaldi como Totó la Momposina, tan invaluable la obra de Shakespeare como los relatos orales de África, tan sugestiva la danza clásica como la danza folclórica del mundo, tan compleja y sugerente la obra de Frida Kahlo como el arte primitivista. El cerebro humano no tiene límites. A cada momento, surgen ideas inesperadas que abren las puertas a nuevas exploraciones. El desafío consiste en fortalecer los circuitos alternos, en ampliar su base y para tal fin, la educación juega un papel fundamental.
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