Los libreros son una especie de magos y alquimistas, dedicados a producir encantamientos envueltos en páginas de libros y revistas, a crear las condiciones para descubrir la piedra filosofal de la existencia. Cada día que pasa reducen su número y llegará el día en que para encontrar uno sea necesario penetrar en las profundidades del averno. Ya lo dijo Charles Simic, el gran poeta serbio, a propósito de la poesía:
El tiempo de los poetas menores se acerca. Adiós Whitman, Dickinson, Frost. bienvenidos ustedes, cuya fama nunca llegará mas allá de su familia mas cercana y tal vez uno o dos buenos amigos reunidos después de la cena alrededor de una jarra feroz de vino tinto... mientras los niños mueren de sueño y se quejan por el ruido que estás haciendo mientras hurgas en los closets buscando tus viejos poemas, temeroso de que tu esposa los haya tirado en la última limpieza de primavera.
El ambiente del lugar lo pintará el arcoíris. Luz, color y un poco de sombra. Habrá una sección de libros para niños. otra, de clásicos y una, de novedades. Los muebles, mullidos, pues sabemos que algunos posibles visitantes combinan la lectura con los ronquidos. Para ellos, una cobija.
Habrá jornadas para escuchar a propios y extraños. Relatos de vida, poetas, narradores, artistas, científicos, niñas y niñas hablando de libros. Los viernes, ¿qué tal sesiones de música y poesía? Claro que no pueden faltar las bebidas espirituosas, eso sí, medidas para evitar tusas y despechos. Estos males tendrán cabida en jornadas en las que reinterpretaremos el olvido, el abandono, el engaño; del dolor a la risa.
invitaremos a lectoras de cartas, cigarrillo, posos de chocolate y café, I ching y tarot a que desplieguen su talento arcano desentrañando las rutas misteriosas de la vida, los pliegues del destino, las paradojas de la existencia. Velas rojas.
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