El nombre lo tomé de la novela del premio Nobel turco, Orhan Pamuk.
No recuerdo la fecha exacta. Fue en un día del mes de septiembre de 1987. Luego de vivir varios años en arriendo, logré adquirir con Alejandra la casa donde hoy vivo. Y lo primero que hicimos fue comprar un árbol llamado ROJO, que adquirimos donde el doctor Fabio Arango, arriba del Puente Español, sitio de una belleza única por los anturios, las heliconias, las aves del paraíso, los crotos y las orquídeas, que como buen paisa supo cultivar con Ana Luz Álvarez, su esposa.
Poco o nada conocedor de las técnicas de cultivo de plantas, lo puse en medio del patio con el gusto y la alegría de quien por primera vez tiene un espacio propio. Pasó el tiempo, y el pequeño arbusto fue creciendo en silencio. Un día me desperté temprano y vi unas flores rojas que se exhibían primorosas, espontáneas. Y desde ese momento, el árbol y las flores han estado presentes en mi vida, en la de mi familia y en las de mis amigos, que de verlo siempre, a veces lo olvidan.
Desde hace algún tiempo, el árbol de ROJO ha sufrido el agobio del tiempo que transcurre sin pausa. Una plaga le aniquiló las hojas, las hormigas lo invadieron y no sé qué otra plaga le ha debilitado sus ramas y tronco. Lo miro y quisiera decirle que me duele mucho verlo así. Lo acaricio, como se acaricia al amigo enfermo. Supongo que el afecto que le profesamos le da fuerzas y de nuevo brotan las ramas y las flores no cesan.
Hace unos días se le cayeron varias ramas. El tronco está enfermo, aunque las flores abundan y son refugio de aves que instalan allí sus nidos. Onitsura, el poeta japonés escribió un haiku:
Poco o nada conocedor de las técnicas de cultivo de plantas, lo puse en medio del patio con el gusto y la alegría de quien por primera vez tiene un espacio propio. Pasó el tiempo, y el pequeño arbusto fue creciendo en silencio. Un día me desperté temprano y vi unas flores rojas que se exhibían primorosas, espontáneas. Y desde ese momento, el árbol y las flores han estado presentes en mi vida, en la de mi familia y en las de mis amigos, que de verlo siempre, a veces lo olvidan.
Desde hace algún tiempo, el árbol de ROJO ha sufrido el agobio del tiempo que transcurre sin pausa. Una plaga le aniquiló las hojas, las hormigas lo invadieron y no sé qué otra plaga le ha debilitado sus ramas y tronco. Lo miro y quisiera decirle que me duele mucho verlo así. Lo acaricio, como se acaricia al amigo enfermo. Supongo que el afecto que le profesamos le da fuerzas y de nuevo brotan las ramas y las flores no cesan.
Hace unos días se le cayeron varias ramas. El tronco está enfermo, aunque las flores abundan y son refugio de aves que instalan allí sus nidos. Onitsura, el poeta japonés escribió un haiku:
Sobre un esqueleto
visten sus galas
y ¡ a ver las flores!
visten sus galas
y ¡ a ver las flores!
Pienso que igual que el árbol maltrecho, los seres humanos vivimos una historia semejante: las flores son las alegrías que se construyen día a día; de manera imperceptible, van apareciendo los malestares, las penas, las enfermedades. Reclaman su derecho sin humildad, saben que la vida de los seres humanos está hecha de penumbra y de sol.
El árbol de ROJO es un amigo silencioso, incondicional que, inerte, observa los cambios que se suceden con el paso del tiempo. Su existencia ha estado ligada a la vida de esta casa. Igual que la mía.
Miro las nubes que se arremolinan, dispuestas a soltar su ración de lluvia. Son bellas, pasajeras. Como la vida.Afuera en el jardín, una bandada de azulejos invade el ROJO. Vuelan entre las ramas. Un chupaflor bebe con deleite el néctar de las flores. Junto al ROJO, una mata de NOVIO recién plantada muestra los brotes que prometen una floración abundante.
El árbol de ROJO es un amigo silencioso, incondicional que, inerte, observa los cambios que se suceden con el paso del tiempo. Su existencia ha estado ligada a la vida de esta casa. Igual que la mía.
Miro las nubes que se arremolinan, dispuestas a soltar su ración de lluvia. Son bellas, pasajeras. Como la vida.Afuera en el jardín, una bandada de azulejos invade el ROJO. Vuelan entre las ramas. Un chupaflor bebe con deleite el néctar de las flores. Junto al ROJO, una mata de NOVIO recién plantada muestra los brotes que prometen una floración abundante.
Existe una relación entre las personas y sus pertenencias. Algunas personas establecen una estrecha relación con su carro, o tal vez con su Ipad; otras, en cambio, tienen un fuerte vínculo con su mascota. Es casi natural que uno ponga algo de sí mismo en las cosas que le pertenecen.
ResponderEliminarEn el caso de las plantas, esa relación es mágica. Hace algo más de un año compré una plantica con el propósito de decorar mi puesto de trabajo. Cuando la llevé a la oficina por primera vez, la puse al lado de la ventana, cerca de mí, donde a ambas nos llegaba el sol de la mañana. Con los días empecé a ver cómo sus hojas crecían y cómo surgían pequeños retoñitos en sus tallos; luego, me sorprendí con sus hermosas flores. Yo le llamo “Bego”, que es un diminutivo de begonia.
Hace unos meses, me cambiaron de puesto y ahora, ni a Bego ni a mí nos llega el sol de la mañana, ni el de la tarde, ni el de ninguna hora. He notado cómo sus hojas ya no lucen del color violeta encendido que solían tener antes y cuando la miro, siento como si algo de mí se reflejara en sus hojas (será acaso que ya no me siento tan a gusto como antes?). Dago, ahora que leo con tristeza que un árbol que ha acompañado su vida durante tantos años está envejeciendo, pienso en que la más hermosa lección que nos enseñan las plantas es que, después de la muerte, siempre surge la vida. Tal vez mientras Rojo está muriendo, otras plantas en su jardín crecen y se llenan de vida.
Dianita, usted que conoció el árbol sabe que era el centro de atención del jardín. Y plantas como la dianitaa, florecen sin pausa. Así, la vida. Unos pasan, otros aparecen, surgen, nacen. así la vida. Y sin embargo...
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