Seattle
valledupar
Chiriguaná
ANITA Y MATILDE
-Nos acercamos cada vez más a la perfección- me dice con su voz quebrada, de tono suave y acogedor. Llevamos conversando un buen rato. Suena un vallenato y se levanta. ¡Baila!. Mueve los hombros con la habilidad de la que sólo son capaces las costeñas.La miro y sonrío. Hacía ratos no departía con mujeres cesarenses- de chiriguaná-, tan espontáneas y buenas conversadoras.
Hace algún tiempo coincidimos en un hotel de Villa de leyva. Ana Emilia, su esposo, estadounidense; su hermana, Amelia y una niña, María Angélica-quien me sorprendió con su proverbialidad lingística y su simpatía- fueron nuestros contertulios a la hora del desayuno. Quedamos entonces en visitarnos. Pasó el tiempo y coincidimos en otro lugar. -Muy pronto los visitaremos- me dijo Amelia. Y así fue. Este fin de semana llegaron a Guaduas y nos brindaron dos días de compañía grata.
Me cuenta Anita que vive en Seattle. -Por esta época, en el lugar donde vivo, los cerezos despliegan su belleza y se forma un tapiz en el suelo con las flores caídas-. Tiene ella el privilegio de repartir su tiempo entre Valledupar, Bogotá y la capital del estado de Washington.
-Hace muchos años, cuando era una niña, soñaba con irme a Bogotá a estudiar-, dice Anita. Terminado el bachillerato, le pidió a su hermano, quien estudiaba en una universidad de la capital, que le informara cuándo iniciaban las inscripciones. Pasaba el tiempo y nada ocurría. Descubrió ana Emilia que entre el hermano y sus padres habían acordado no decirle nada, pues les preocupaba que una jovencita de provincia-Chiriguaná- viviera en una ciudad distante y peligrosa.
Al fin logró matricularse en una universidad. Arrendó una habitación en una residencia estudiantil. Pagó los primeros meses y luego debió esperar otros seis meses a que le llegar la plata de un auxilio que había ganado. La dueña de la residencia la esperó con paciencia y así pudo cumplir su sueño.
Como católica, se vinculó a un movimiento pedagógico de orientación religiosa. Un sacerdote francés lideraba el movimiento.Logró así viajar a Europa, empaparse de los movimientos sociales y promover la pedagogía comprometida con las causas populares.
Fue Anita Secretaria de Educación del Cesar. Y ha realizado algunos posgrados en educación. Su vida ha estado dedicada a promover una pedagogía de fuerte contenido social, desde la óptica católica.
Caminamos por el sector histórico de Guaduas. Amelia y Anita parecen niñas en un parque de diversiones. Entran a los hoteles, a las casas, aprecian su arquitectura, la decoración, hablan con los empleados, recorren las calles a ritmo lento. Me fascina esa curiosidad que les permite adentrarse en el universo de Guaduas.
El domingo en la tarde se marcharon Anita y Amelia. Un aire ligero recorre los corredores de la casa. Parece que el viento trajera retazos de nostalgia. Cuando se viaja a algún lugar, se corre el riesgo de pasar sin huella, de percibir aquello que es evidente y trajinado, de ver pasar sin pena ni gloria. Anita y amelia nos ofrecieron lo que considero ha sido el regalo más bello que se puede recibir en un viaje: una amistad sincera y generosa.
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