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sábado, 15 de febrero de 2025

 


ARTE Y SILENCIO

Observar una  obra de arte implica  sondear el mundo de la obra y el universo del observador. En ese proceso se establecen conexiones determinadas por la enciclopedia, la sensibilidad, la intuición y el deseo de captar las texturas que subyacen en la obra: "" En el mundo interior de la música, como en el de la pintura, una búsqueda solo puede culminar en la intimidad mas profunda, en el silencio") Monsieur de sainte  Colombe).

Es en el silencio desde donde nos acercamos a las preguntas mas inquietantes. Una pausa en el rumor de las palabras para indagar en aspectos que van mas allá de lo evidente. Vemos una secuencia cinematográfica: la imagen transcurre sin diálogo ni música. La cámara panea sobre un escenario que guarda recuerdos tristes. Algo nos agita en nuestra intimidad. Sobran las palabras.

Hay un momento mágico cuando contemplamos un cuadro. En silencio, sin mediaciones, se produce la comunión entre el observador y la obra. La mujer contempla la calle desde su ventana. Está desnuda. No es un lugar cualquiera. La imagen nos devuelve a un tiempo pasado. El personaje, tan propio de Botero, actualiza la presencia de un mundo provinciano. Algo que conocemos de primera mano, transformado por un cuerpo voluminoso. Esa mujer es, son muchas mujeres de nuestra cotidianidad, de un tiempo que se alojó en la memoria y nos recuerda las claves de una comunidad ya ida y que se actualiza gracias a las pinceladas de un maestro.


Observar en silencio demanda una disposición especial del cuerpo, los sentidos y la razón. Frente al cuadro, el observador se dispone a abandonar el mundo que lo rodea por el mundo sutil que frente a sus ojos despliega el encanto de una historia teñida de color, de formas y mensajes secretos cuyo significado solo es posible desentrañar cuando la obra y el observador se funden en uno solo. Igual sucede cuando escuchamos una canción, un ritmo. Tiene la música la facultad de desprendernos del espacio que habitamos para transportarnos a escenarios en los que el escucha es el  rey. 

Pareciera ser una función del arte la de separarnos de la rutina para situarnos en un mundo que revela nuestra condición de seres alados atravesados por la duda, la imaginación, el deseo, los sueños y la esperanza. Es el silencio el condicionador de nuestras emociones, el gestor de sensaciones mas allá de lo evidente.

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