ARTE Y SILENCIO
Observar una obra de arte implica sondear el mundo de la obra y el universo del observador. En ese proceso se establecen conexiones determinadas por la enciclopedia, la sensibilidad, la intuición y el deseo de captar las texturas que subyacen en la obra: "" En el mundo interior de la música, como en el de la pintura, una búsqueda solo puede culminar en la intimidad mas profunda, en el silencio") Monsieur de sainte Colombe).
Es en el silencio desde donde nos acercamos a las preguntas mas inquietantes. Una pausa en el rumor de las palabras para indagar en aspectos que van mas allá de lo evidente. Vemos una secuencia cinematográfica: la imagen transcurre sin diálogo ni música. La cámara panea sobre un escenario que guarda recuerdos tristes. Algo nos agita en nuestra intimidad. Sobran las palabras.
Hay un momento mágico cuando contemplamos un cuadro. En silencio, sin mediaciones, se produce la comunión entre el observador y la obra. La mujer contempla la calle desde su ventana. Está desnuda. No es un lugar cualquiera. La imagen nos devuelve a un tiempo pasado. El personaje, tan propio de Botero, actualiza la presencia de un mundo provinciano. Algo que conocemos de primera mano, transformado por un cuerpo voluminoso. Esa mujer es, son muchas mujeres de nuestra cotidianidad, de un tiempo que se alojó en la memoria y nos recuerda las claves de una comunidad ya ida y que se actualiza gracias a las pinceladas de un maestro.
Pareciera ser una función del arte la de separarnos de la rutina para situarnos en un mundo que revela nuestra condición de seres alados atravesados por la duda, la imaginación, el deseo, los sueños y la esperanza. Es el silencio el condicionador de nuestras emociones, el gestor de sensaciones mas allá de lo evidente.
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