HASTA NO VERTE JESÚS MÍO
"Esta es la tercera vez que regreso a la tierra, pero nunca había sufrido tanto como en esta reencarnación ya que en la anterior fui reina". Así comienza la novela "Hasta no verte Jesús mío", de Elena Poniatowska, la escritora nacionalizada en México-nació en París, hija de un miembro de la realeza polaca-. Pocas veces he leído una aventura existencial más compleja, dolorosa y variada que la historia de Jesusa Palancares, ambientada en el México de comienzos del siglo veinte.
Durante dos años, Poniatowska entrevistó a Jesusa Bohórquez: "Hasta no verte Jesús mío está basada en mis conversaciones con la Jesusa, que empecé grabándolas, pero luego como a ella le estorbaban las grabadoras, dejé de usarla, y lo que yo hacía entonces era reconstruir y escribir por la noche lo que ella contaba". Así nació un relato extenso de la vida de una mujer que en su vida fue de todo: sirvienta, mesera, panadera, carpintera, administradora de hotel, farmaceuta, nana y "bolera" o soldadera de la revolución mexicana, mujer que andaba con las tropas y servía en oficios diversos, como cocinar, lavar la ropa, limpiar armas, ordenar la munición: "A nosotras las mujeres nos mandaban de avanzada. Llevábamos enaguas largas y todas, menos yo, sombrero de petate. Yo nomás rebozo. No me calaba el calor. Si por casualidad nos encontrábamos con el enemigo y nos preguntaba con qué cantidad de gente vendría de los carrancistas y si traían armamento suficiente, nosotros decíamos que no, que eran poquitos y con poquito parque; si eran dos mil otres mil, decíamos que eran mil nomás. Decíamos todo al revés, y ellos no se daban cuenta".
Temprano en su vida aprendió Jesusa que el sufrimiento es el acompañante inseparable de los pobres: "de chiquita, en Oaxaca hicieron leña de mí". Golpes demadrastras, de su marido, el capitán Pedro aguilar: "en poder de mi marido nunca me bañé porque ¿con quién andaba quedando bien? Y no podía voltear a ver a nadie ni me podía cambiar ni me podía peinar. No tenía ni escarpidor, me rompió dos escarmenadores y hasta una estregadera, de cuando era soltera. si de chiquilla andaba mugrosa, con mi marido se me agusanó la cabeza. Él me pegaba, me descalabraba, y con las heridas y la misma sangre me enllagué y se me acabó el pelo, que era largo y rizado...¿Iba yo a tener voluntad de quererlo? Le cogí tirria, le agarré inquina".
Luego de la muerte de su marido, desea Jesusa regresar a Oaxaca, pero le roban su dinero y las pertenencias en la estación del tren en México Federal. Como puede , inicia Jesusa una vida de rebusque en la que cualquier oficio es posible. A estas alturas de su vida, ella ha entendido que el respeto se gana a golpes. Ningún hombre la puede tocar:" yo siempre usé pistola al cincho; pistola y rifle, porque la caballería lleva el rifle a un costado del caballo. a lo que me dedicaba era a cargarle el mauser a Pedro, el mío y el suyo; mientras el descargaba el que tenía en las manos, yo estaba cargando el otro cuando él me pasaba el vacío".
Su vida sexual no posee la sensualidad ni el goce placentero:" Esposa del general Pedro Aguilar yo nunca me quité los pantalones, nomás me los bajaba cuando él me ocupaba...tenía que traer los pantalones puestos a la hora que tocaran:¿Reunión, alevante!". Para Jesusa, ser mujer es una desgracia:"Yo me visto a veces de hombre y me encanta...de gustarme, me gusta ser más hombre que mujer... para todas las mujeres sería mejor ser hombre, seguro, porque es más divertido, es más libre, y nadie se burla de uno.¿Bendita la mujer que quiere ser hombre".
De sus trabajos en casas de extranjeros le quedó el conocimiento del japonés, el francés, el inglés, el catalán, su lengua indígena y el castellano. Y su devoción por una secta espiritista, LA OBRA ESPIRITUAL, que la guía y la protege. Solitaria, encuentra en las noches dos actividades que le brindan solaz y alegría: el baile y el trago.
Creo que vale la pena la lectura de esta obra, con un personaje femenino gigante, que me parece está junto a otra mujer fuera de serie: ÚRSULA IGUARÁN, la de Cien años de Soledad.
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