DESPECHO Y VENGANZA
"Si pienso en por qué lo hice, solo se me ocurre como explicación el despecho...Lo quise hacer por pura rabia y por lastimar a mi ex". La frase, tan sincera, es de María José alfaro, psicóloga de formación. Después de romper con su pareja- una de las muchas separaciones de una relación con fuerte marejada- la venganza la llevó a tener un affaire con su hasta entonces cuñado: -No llegamos a acostarnos,
pero hubo muchos besos y roces...Así lo relata María Paredes en El País, "Justicia, placer y culpa: por qué amamos la venganza pero al final nos arrepentimos".
El despecho es la amargura que desea la venganza, la compasión, especie de bofetada al amor propio. El despecho es la fisura en el armado perfecto que se ha construido con tanta ilusión. "Si no me querés, te corto la cara", "alimaña, culebra ponzoñosa, desecho de la vida, te odio y te desprecio, rata de dos patas, te estoy hablando a ti".
El despecho es "el ego que nos impulsa a defendernos y a tratar de restituir el daño que hemos recibido. No hemos sido educados para perder, sino para ganar, explica Alejandro Vera Casas, psicólogo del gabinete Integra Terapia de Madrid". El deseo de venganza nos anima a sentirnos vivos, plenos.
"Que te parta un rayo, que te deje el tren" es el anhelo del despechado. Del paraíso al infierno, de la ternura al odio. Se vive la tusa con el ánimo encendido y el tiempo es el águila que desgarra nuestras entrañas. En la noche, en la soledad del cuarto, el despechado limpia las heridas.
Un día, sin aviso, llega la calma, el arrepentimiento. El odio envasado en botellas de aguardiente- de lo que sea- se ha evaporado. Las heridas han secado y ya no importa si la ingrata, si el desgraciado han encontrado otro amor.
Es verdad. El despecho forma parte de nuestras reacciones ante la pérdida amorosa. Lo grave sucede cuando el despecho se convierte en puñetazo, en ofensa. ¿Lograremos algún día aceptar una ruptura amorosa sin ofensas?