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sábado, 27 de octubre de 2018




¿SER FELIZ ERA ESTO? 

Eduardo Sacheri es un escritor argentino, ganador del premio Alfaguara Novela 2016, con su obra La Noche de la Usina. Es, además, autor de numerosos relatos, entre los cuales figura Ser Feliz era esto. Leí la primera, excelente. De la segunda, su título me tentó a especular sobre la felicidad, así que, con permiso de Sachieri, aquí voy.

Sucede con frecuencia. Tanto esfuerzo, tanta energía , tanta fe para, y luego, ¿ser feliz era esto?


La felicidad como tema  ha atraído a pensadores de todos los tiempos. Para algunos, el sentido de la existencia lo determina la búsqueda de la felicidad. Esta, como el pez enjabonado, no se deja atrapar en las redes de cerebros sofisticados y acuciosos. Palabra y concepto líquido, escurridizo.

En mi caso, descreo de la felicidad. O mejor, desconfío de su principal aliado, el absoluto. Ese equilibrio perpetuo, la línea infinita. Por dotación genética, somos seres cambiantes, sujetos a las variaciones del tiempo. Un día amanecemos contentos y entre el paso de la cocina a la habitación, sin saber por qué, estallamos en rabia incontenida. Nada mas sensible que nuestro comportamiento, sometido al cableado sofisticado de las conexiones cerebrales.


Ni el dinero, ni las propiedades, ni el amor, ni la fe nos otorgan el pasaporte a la felicidad. Cargamos con una herencia de incertidumbres que nos hace cambiantes, contradictorios y creativos.

Esperar mucho de conceptos como felicidad y armonía es pretender levantar un elefante sobre la palma de la mano. Que nos seduzca su búsqueda.


¿Adónde mirar, entonces? a mì me encanta  cambiar de óptica y buscar, entre diversas opciones, la armonía momentánea  del detalle y la naturaleza. El ojo agudo, los sentidos dispuestos. El arrebol en la tarde que muere, la sonrisa fugaz de una mujer que pasa a nuestro lado, el comentario divertido e ingenioso de un niño, la angustia que arrastra ese hombre del bus, las frases rompedoras de una novela que nos conmueven, la magnificencia de la catedral, la música que nos incita a imaginar mundos  de caramelo, la película que nos hace mirar para adentro, el café hecho con amor, la sonrisa de un hijo, la mano amiga.

Están allí, discretos, radiantes. Verdes, grises, generosos y complacientes. La montaña misteriosa, el desierto que encubre los secretos de la vida, el mar, el río, el llano, la selva.Y esas aves juguetonas que inundan el cielo, y la caricia que roza el alma cuando nos adentramos en la espesura del monte.


Este mundo cambiante y efímero me regala, sin pedirlo, las experiencias mas bellas, transidas de la poética  del deslumbramiento. En la noche oscura un rayo ilumina el firmamento, y por un instante, aspiro a tocar la eternidad. Los pasos balbucientes que doy en el lugar  que me ha correspondido en suerte, se llenan de la magia y el misterio de lo que apenas vislumbro como cierto y bello. Estrella fugaz.





sábado, 20 de octubre de 2018



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ARRAIGOS Y DESAPEGOS


De niño, todos los días la aventura inagotable de recorrer las calles, jugar al fútbol, conversar sin fin en alguna tienda o en la esquina, descubrir las delicias de la seducción y creer que ese lugar y esas vivencias son para siempre. Un día, te encuentras  rumbo a la capital, la maleta escasa, los temores revueltos. Empiezas, sin saberlo, a ser  otro.

La ciudad te parece caótica, inconmensurable. Poco a poco, aprendes la cartografía urbana y te conviertes en perito  de calles y rincones, y recuerdas a tu pueblito, tan colgado de la montaña en la distancia. La ciudad te ofrece las tentaciones que siempre anhelaste, las sorpresas que no caben en tu imaginación. De tu pueblo, la familia, el río, los amigos y el llamado de la selva.

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Pasan los años y un día te ves repleto de calendarios. La ciudad te ha transformado.  Aprendiste a convivir contigo mismo, a eludir los peligros cotidianos y un álbum de experiencias atado a la urbe te refleja ahora. Y dices como María Alejandra Argel: Yo aprendí a amar esta ciudad por el carácter titánico con el que me quitó mis primeros paraísos (Bogotá, la ciudad de los paraísos perdidos, 15/04/18, El Espectador).

Un día sientes una ausencia, un vacío. Deseas retornar a tu pueblo. Allí están los vínculos que te acercan a la infancia, a la adolescencia. Al final. Otro, sabe que no hay retorno posible, que  la vida que se construyó en medio del  frenesí urbano es el otro paraíso.






sábado, 13 de octubre de 2018


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CONFABULACIONES Y MOVIMIENTO
A Sara y Diego

Los movimientos conducen al punto de eclosión. Nada presagia el encuentro, las líneas se despliegan en el mapa y apuntan en la misma dirección. Las piernas obedecen al cerebro y se mueven como si se tratase de un juego desprevenido.

Allí confluyen. A su lado, otras personas, movimiento incesante. Una mirada ocasional. El radar descubre las energías que brotan, como capullos en flor. Una sonrisa. Las primeras palabras.         

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Hay revuelo. Todo se anima y los corazones disparan chorros de pasión. Las lineas se fusionan y de nuevo, por  millonésima vez, una pareja inicia el ritual del encantamiento. 

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El aire es nuevo, el sol ejerce el papel de testigo cálido. Es el amor.

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sábado, 6 de octubre de 2018



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SOY  FEMINISTA


Paulina Porizkova, una modelo de la antigua Checoslovaquia, describe su  experiencia sobre   ser mujer en tres paìses distintos: Suecia, Francia y Estados Unidos. En un ameno y punzante artìculo, "Amèrica me hizo feminista", publicado el 11 de junio de 2017 en el New York Times, narra las percepciones y actitudes que se estilan en cada país con respecto a las mujeres:


Solía pensar que la palabra "feminista" apestaba a inseguridad. Una mujer que necesita decir que era igual a un hombre podría estar gritando que es inteligente o valiente. Si lo fueras, no necesitarías decirlo. Pensé esto porque en aquel entonces, yo era una mujer sueca.

Tenía 9 años cuando entré por primera vez en una escuela sueca. Recién llegada de Checoslovaquia, fui intimidada por un niño por ser una inmigrante. Mi única amiga, una pequeña niña, le dio un puñetazo en la cara. Estaba impresionada. En mi país anterior, una niña intimidada chillaría o lloraría. Miré a mi alrededor para ver qué pensaban mis compañeros de clase sobre la proeza de mi amiga, pero nadie parecía haberse dado cuenta. No pasó mucho tiempo para entender que en Suecia, mi poder de repente era igual al de un niño.

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Proveniente de Checoslovaquia, Paulina señala que:


En Checoslovaquia, las mujeres regresaban de un largo día de trabajo para cocinar, limpiar y servir a sus maridos. A cambio, esas mujeres fueron engatusadas, ignoradas y ocasionalmente maltratadas, al igual que los animales domésticos. Pero eran animales domésticos mentalmente inestables, como vacas lecheras que podrían enloquecer si no sabías exactamente cómo manejarlas.

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A diferencia de su país de origen, en Suecia:
Cuando se acercaba la escuela secundaria, los niños querían besarnos y tocarnos, y las chicas se convirtieron en un grupo de reinas benévolas repartiendo favores. Mientras más nos querían los niños, más poderosos nos volvíamos. Cuando una niña eligió otorgar sus favores, el chico afortunado fue envidiado y celebrado. ¿ Puta avergonzada? ¿Qué es una puta?


Los condones fueron provistos por la enfermera de la escuela sin cuestionarlos. La educación sexual nos enseñó los peligros de las enfermedades venéreas y los embarazos no deseados, pero también se enfocó en cosas divertidas como la masturbación. Para una niña ser dueña de su sexualidad significaba que ella era dueña de su cuerpo, ella misma. Las mujeres podían hacer cualquier cosa que hicieran los hombres, pero también podían, cuando así lo decidieran, tener hijos. Y eso nos hizo más poderosas que los hombres. La palabra "feminista" se sentía anticuada; ya no había un uso para eso.

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             ¿Y en París?

Cuando me mudé a París a los 15 años para trabajar como modelo, lo primero que me llamó la atención fue cuán diferente se comportaban los hombres. Me abrieron las puertas, querían pagar mi cena. Parecían pensar que era demasiado delicada, demasiado estúpida para cuidarme.


En lugar de sentirme celebrada, me sentí condescendiente. Reclamé mi poder como lo había aprendido en Suecia: a ser asertiva con la sexualidad. Pero los franceses no trabajan de esta manera. En las discotecas, me fijé en un extraño atractivo, y luego bailé para dejarle saber que él era el elegido. La mayoría de las veces, huyó. Y cuando no corrió, preguntó cuánto cobraba.

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Bueno, ¿ y cómo le fue en los Estados Unidos?
En América, el cuerpo de una mujer parecía pertenecer a todos menos a ella misma. Su sexualidad pertenecía a su marido, su opinión de sí misma pertenecía a sus círculos sociales, y su útero pertenecía al gobierno. Se suponía que debía ser una madre y una amante y una mujer de carrera (a una fracción de la paga) mientras permanecía siempre joven y delgada. En América, los hombres importantes eran deseables. Las mujeres importantes tenían que ser deseables. Eso me pasó a mí.
A la mujer estadounidense le dicen que puede hacer cualquier cosa y luego es derribada en el momento en que lo demuestra. Al adaptarme a mi nuevo país, mi poder de mujer sueca comenzó a marchitarse. Me uní a las mujeres a mi alrededor que estaban luchando por hacerlo todo y fracasar miserablemente. Ahora no tengo más remedio que sacar la palabra "feminista" del polvoriento cajón y pulirla.

Mi nombre es Paulina Porizkova, y soy feminista.