LLAVES Y CERROJOS
Tan importantes han sido las llaves y los cerrojos en la historia humana. Podemos describir el devenir de la humanidad a partir de la necesidad de proteger tesoros, secretos, propiedades, personas. El Celoso Extremeño encierra a su mujer en una habitación inexpugnable, y guarda la llave con la ingenua pretensión de evitar que ella le adorne la frente con un par de cuernos. Alí Babá pronunciò las palabras mágicas para penetrar a la cueva donde reposaban los tesoros. Abrir, cerrar.
Las llaves son aditamentos imprescindibles de nuestras vidas. Hoy existen empresas exitosas dedicadas a ofrecer variedad de cerrojos para la protección de todo lo imaginable. Es posible medir la prosperidad de alguien por la cantidad de llaves que utiliza. O la ética de un país por el número de cárceles que se construyen.
El Tiempo publicó un artículo, "El país donde los presos tienen las llaves de sus celdas"( Nino Ramela, La Nación). Finlandia, nos cuenta el periodista, "es el país europeo con menos presos por cada 100.000 habitantes(52) y a la vez con menos policías(149 por cada 100.000 habitantes). Una curiosidad de Finlandia es que , con la menor proporción de policías en Europa, resuelve mas del 90% de los delitos graves".
Existen dos clases de prisiones allí. Las cerradas, y las abiertas. Las primeras cuentan con" tv plasma, baño privado, un armario, mesas, sillas, una tetera eléctrica, calefacción. A las 7 a.m. se levanta y hasta las 4:45 p.m. puede entrar y salir de su celda (tiene llave)". Las abiertas, "con libertades y confort, con casas espaciosas en medio de un parque. En ellas no hay cerraduras y los presos tienen celular, hacen compras en la ciudad y gozan de tres días de licencia cada dos meses".
Finlandia se parece a la princesa hermosa, reinando en su castillo. Cerca de allí, la aldea, con sus conflictos y pasiones, tan viscerales, tan primitivos. Hacinamiento en las cárceles, corrupción, universidades del delito, celdas llenas de inocentes, de delincuentes de poca monta, de enemigos del sistema. Los pillos viajan, libres, en lujosos automóviles, forman parte de la élite que se reparte el poder económico y político.
Se me ocurre pensar que existen dos clases de personas en el mundo: las que adoran las llaves, los cerrojos, las prisiones, los bùnkeres; sus semblantes, serios; el porte, marcial; pocas sonrisas, jamás, una carcajada; adoran a los próceres y se derriten por los uniformes militares; su fetiche favorito, el látigo; el placer erótico es sinónimo de deber; piensan que nada mejor que una azotaína, una palmada para educar; se derriten escuchando pasodobles, los boleros los transportan a los paraísos delicados del amor; enemigos irredentos del divorcio, ajenos a las veleidades fandungueras.
Las otras personas, las que prefieren los espacios abiertos, el diálogo, el riesgo. Dicen los primeros que a esta cofradía poco le gusta el aseo y solo disfrutan los baños en el río o en el mar, mejor en bolas; nunca tienen olfato para los grandes negocios; creen a morir en la persuasión y el diálogo, aunque casi siempre se pierden en los laberintos de la palabra; son víctimas de robos frecuentes y guardan, como fetiche, bucles de las cabelleras frondosas de sus amadas.
Entre poner cerrojos, seguros, alarmas y en tratar de quitarlos se nos pasa la vida.