DOÑA TRÁNSITO
Tránsito Acevedo- doña Tancho- fue una mujer extraordinaria que dedicó su vida a educar niños de los sectores rurales de Guaduas. Algunas escuelas nacieron gracias a las iniciativas de esta mujer, al igual que su liderazgo logró el reconocimiento de Juntas de Acción comunal de diversas veredas del municipio.
Doña Tránsito fue, además, impulsora de labores artesanales con barro, guadua, cañecastilla y una firme defensora de los derechos de los artesanos locales. Debo decir, en honor a la verdad, que se sentía orgullosa de su militancia conservadora, y no sé si en alguna ocasión formó parte del Concejo Municipal. Lo que sí sé es que en una época de prevalencia masculina, su presencia causaba respeto en todas las actividades sociales y políticas en las que participaba.
Poseía una pequeña finca en la vereda del Perú. El lugar posee el encanto de las haciendas que otrora fueron grandes propiedades, y se dice que un área de la casa conserva las mazmorras en las que se castigaba a los peones por allá a finales del siglo XIX y comienzos del XX. dudo mucho de esta versión, pero es la que ha hecho carrera en Guaduas.
Recuerdo que , además de sus hijos, crio a varios niños sin hogar, y no dudaba en quitarse el pan de la boca para brindárselo a quien lo necesitara. Era su casa taller, escuela, lugar de celebraciones, altar. Y por navidad, los buñuelos, la natilla, los tamales, las novenas y la pólvora hacían las delicias de su familia- y qué gran familia, llena de artistas y soñadores- y de los vecinos, que al calor de un guarapo o una taza de chicha cantaban con amor los villancicos provenientes de esa España que ella amaba antrañablemente.
Cuando comencé a escribir este post tenía otra intención. La alusión a doña Tránsito iba a ser tangencial, para hablar de la memoria, pero me salieron estas líneas que expresan mi admiración por esa mujer tan dada al servicio social, al arte, la música y el bienestar de sectores populares.
En alguna ocasión su hijo Juanito nos invitó a mí y a mi familia a compartir un sancocho en compañia de un grupo de amigos. Pasada la tarde, sentados bajo la fronda de un árbol enorme, nos dedicamos a charlar y a hablar de tantas cosas. Salío entonces el tema de la poesía y Tanchito, como por arte de encantamiento, declamó un poema que duró...15 minutos! Yo no salía de mi asombro, pues ella contaba más de ochenta calendarios. Intenté contemporizar con los asistentes y de mi boca salieron poemitas de escasos segundos de duración. Invité a los chicos que nos acompañaban a declamar los poemas aprendidos en la escuela y el colegio, y todos sin excepción "salieron calcetos".
La casa ha adquirido nuevos dueños y aspiro a que cuando le metan mano, conserven el estilo de la casa hacienda, pues ya no quedan vestigios de ellas en Guaduas. Y al decir "conservar", no me refiero a la visión rígida de utilizar los mismos materiales de hace dos siglos. En Cartagena disfruté la belleza de casas coloniales restauradas con elementos y materiales modernos, que las hacen más cómodas y habitables.
Cuando rememoro a personas de estas calidades procuro que el mensaje se lea en términos actuales, es decir, me interesa destacar la vigencia de vidas que pusieron su granito de arena para hacer de sus casas, sus veredas, barrios y pueblos escenarios de buena convivencia y bienestar.
Lic., pues yo pensé que el nombre Transito no era tan común. Hace mucho tiempo escribí un cuento inspirada justamente en una mujer que criaba palomas con su esposo; a la que conocí cuando niña... y que tenía ese nombre.
ResponderEliminarPaola
Mi nombre es Sebastian Montenegro, y como nieto de esta maravillosa mujer, no puedo sino agradecerle por esta entrada dedicada a ella.
ResponderEliminarSi lo pienso bien, yo no llegué a conocerla demasiado... no viví en Guaduas así que sólo compartíamos en vacaciones; y aún así, creo es la mejor persona que ha existido.
Siempre me regalaba 5mil pesos para comprarme algo, y me recomendaba comerlo en la tienda para que mis primos no me lo quitaran. Siempre me compraba tarros de Ensure porque consideraba estaba demasiado delgado. Siempre me llevaba al médico por la más simple gripa. Siempre que vendía un pato de su finca, me enviaba el dinero con una bella carta. Siempre nos empacaba un "fiambre" de pollo con plátano envuelto en hoja de plátano para comer a mitad del camino cuando las hermosas vacaciones a su lado acababan.
No podría olvidar todos estos sencillos detalles que la convirtieron en mi amada Mamá Tanchito, pero en especial no puedo olvidar la última vez que la vi con vida: Ella ya se caracterizaba físicamente por ser muy robusta, y en esa ocasión verla más delgada fue impactante... y sin embargo seguía sonriendo alegremente. A ella muchas personas le llevaban comida a escondidas, y en ese día realmente entendí que sólo vivía para los demás cuando me pidió sacara un ponqué y un yogurth de la lacena donde guardaba esos alimentos y me los regaló. Aún en su lecho de muerte sólo sabía preocuparse por los demás...
Nuevamente gracias por esta entrada, sé que tanto para mí como para todos los miembros de mi familia es muy valiosa.