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miércoles, 16 de mayo de 2012


LA RESERVA DE GRANADA

Al fin nos pusimos de acuerdo. Al fin decidimos organizarnos para realizar una caminata por la reserva de la vereda Granada. Y un día festivo arrancamos en buseta hasta un poco más allá de  la venta de leche de cabra. Luego, iniciamos una caminata por parajes de una belleza  inigualable.

El recorrido por caminos que ascienden a lo más empinado de la montaña produce sensaciones en las que se mezcla el olor del monte, la brisa delgada que golpea el rostro, y un estado de bienestar que se apodera del cuerpo.





Cerca de la carretera principal emerge una mansión en ruinas. Siempre que sucede esto, recuerdo una película dirigida por Orson Wells, "Los magníficos Amberson", que narra el esplendor y la decadencia de una familia poderosa en Indianápolis. Las ruinas contienen en pedazos el esplendor de tiempos idos, el brochazo de opulencia oculta por la maleza.

A medida que el camino pierde su apariencia educada, emergen árboles y plantas que se atraviesan sin permiso y nos obstaculizan el paso. Patinamos, rodamos, hacemos lo mejor para no caer loma abajo. Al fondo, la visión seductora de veredas atravesadas por la carretera nacional.



¿Qué paisajes veían aquellos aventureros que Abandonaron España a finales del siglo XV en busca de mejores vientos? Por momentos me parece que estos parajes agrestes guardan una pizca de la abundancia y la exuberancia de los  paisajes  que deslumbraron a los conquistadores.El cansancio no nos permite hablar y sólo queda recordar a Neruda:

 Antes de la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales:
:fueron las cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o la nieve parecían inmóviles:
fue la humedad y fue la espesura, el trueno
sin nombre todavía, las pampas plantarias.


LLueve. La neblina nos cubre y el monte adquiere visos opacos. La naturaleza invita a meditar. Miramos con respeto la vegetación que se tiñe de blanco.


A lo largo del recorrido hemos encontrado cercas, madera cortada. La presencia humana deja cicatrices irreparables. Ese bosque primitivo está amenazado por la codicia insaciable de los moradores de la vereda, que corren cercas, tapan los caminos y tumban árboles sin clemencia.

Al fin llegamos a la cima. Luego, recorremos parajes que atraviesan la reserva hasta llevarnos de nuevo al sitio donde iniciamos el recorrido de a pie. 


De regreso, la cabeza se llena de las imágenes imperecederas de una reserva que nutre de agua a Guaduas y que mantiene en pie un bosque lleno de secretos milenarios. Maestro Basho, por favor, complete el relato:

A una amapola
deja sus alas una mariposa
como recuerdo









1 comentario:

  1. Dago, qué hermoso texto y qué bellas fotografías. Creo que cada vez adquiere mayor maestría en el uso de las palabras y en el uso de la cámara. Me gustó particularmente el diálogo con Basho; casi lo pude sentir acercándose con un caminar despacio ...

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