LA CASA DE LA POLA
Hay lugares y objetos que poseen propiedades especiales, las que la memoria histórica les atribuye y que por tal razón se convierten en símbolos de cohesión social y cultural. En Guaduas, la Casa de la Pola ha sido objeto de interés de muchos colombianos que encuentran en la pequeña vivienda un tesoro invaluable en el que se refleja la consolidación de un proceso histórico que culminó con la expulsión de los españoles y permitió la formación de una nueva sociedad. Emerge limpia la figura de una joven que fue capaz de arriegar su vida para ser el punto de contacto de las fuerzas rebeldes del llano y los agitadores santafereños. De ella guardamos el recuerdo tangible de la casa que la vio nacer, pequeño refugio que emerge alegre como un sol en la calle que lleva su nombre.
Anoche (Miércoles 9 de mayo), a las 12:30 pm, ignoro la causa, se produjo un incendio que afectó la sencilla estructura de la casa. Los vecinos acudieron presurosos a apagar el fuego, pero el daño fue grande y afectó buena parte de su techo y paredes, además de los daños ocasionados a los objetos que allí reposaban.
En horas de la mañana, cientos de personas acudieron a observar la casa.Un monumento nacional, objeto de admiración y amor por los colombianos, había sido destruido en pocas horas. A la rabia se le suma el dolor y la indignación, pues se presume que hay personas responsables de este repudiable hecho.
Cada vez que tengo la oportunidad de visitar alguna población, acudo en primer lugar a su plaza o parque, pues son estos los espacios de encuentro social, núcleo integrador y vitrina orgullosa que ofrece sus encantos a los visitantes. En Guaduas contamos con una Plaza que por su hermosura invita a apreciarla y disfrutarla en toda su extensión. Las casas que sirven de marco a la plaza poseen el encanto de las construcciones de tipo colonial, con sus balcones en madera, sus techos coronados de tejas de barro, sus paredes de bahareque-algunas-. Y en el centro, la estatua de la heroína nacional.
La casita de la Pola, cerca de la plaza, es una construcción de bahareque y techo de paja, que se distingue por su sencillez y belleza al lado de moles de edificios sin ninguna gracia. Cada vez que un turista arrima por estos lares, tiene como primer objetivo visitarla. Al verla hoy semidestruida, nace el deseo de luchar para reconstruirla y hacerla más hermosa.
Las comunidades son como ceibas centenarias que lanzan sus ramas al cielo al tiempo que hunden sus raíces en el suelo. Nuestras raíces son el legado histórico que conforma una comunidad particular, amante de su pasado y respetuosa de tradiciones culturales. Las ramas, el anhelo de integrar la tradición y el presente.
Imagino la nueva Casa de la Pola, sonriente, ofreciendo al turista su imagen fresca y" llena de murmullos de músicas de alas ".
Cuando escuché la noticia de que la Pola se había quemado me entristecí mucho. Sin embargo, me puse a pensar si alguna vez había yo pensado en ayudar de alguna manera a esta casa. No recuerdo si había la posibilidad de donar monedas por visitarla, pero si la hubo, siempre intenté obviarla. Recuerdo que una vez, cuando hacía parte de la banda municipal, un volador tirado por un borracho cayó sobre su techo. En esa ocasión pudimos apagar el fuego, pero la mayoría de la gente se reía del insuceso. Aunque suene duro, creo que a nadie le importaba mucho si se quemaba o no. Nunca me dijeron que no debía jugar con pólvora al lado de esa casa, nunca vi un anuncio "visite la casa de la pola", nunca esa casa se utilizó para talleres, nunca fue sitio de congregación de la comunidad, no hubo ningún grupo de lectura. En cambio, vi una casa inerte, en ruinas, que se mantenía por obra y gracia de los milagros y de la señora que amablemente la mantenía. Seamos sinceros: no cuidamos la casa de la Pola. Ahora, cuando está destruida, nos da una extraña sensación de que hemos perdido algo. Lo triste no es solo que la casa de la Pola se haya quemado, es que nunca la tuvimos. Tal vez eso es lo que tanto duele.
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