EL ARTE DE PERDER
Hay recuerdos que permanecen atados a nuestras vidas, musgo verde que envuelve las piedras del camino. Tendida en su cama, enferma, muy enferma, Ana Rosa veía cerca el final. Un día llegué de colegio y prendí la radio. Sonaba una música guapachosa, contagiosa. Comencé a bailar frente al cuarto donde se encontraba mi mamá. Me miró y sus ojos se iluminaron de alegría. Con mucho esfuerzo intentó levantarse de la cama. La ayudé y cuando logró ponerse de pie, me abrazó y me dijo: -Bailemos-.Por supuesto que obedecí y por un momento vi a una mujer vital que recobraba en ese instante su energía, su gusto por la fiesta y el deseo de sentir la emoción que produce la música.
Ese momento, único para mí, me acompaña siempre. La veo sonreír, dar una vuelta de baile, tararear la canción.Cuando finalizó la pieza musical, me dio un beso y regresó a la cama. A los pocos días, falleció.
Si todos los recuerdos permanecieran en nuestro cerebro, necesitaríamos un disco duro con memoria infinita. A veces, cuando conversamos con personas con las cuales hemos compartido etapas de la vida-la escuela, el colegio, el equipo de fútbol- surgen historias en las cuales fuimos protagonistas y se escuchan como si fueran nuevas. Para nosotros, esa vivencia particular fue desaparecida sin miramientos, mientras que para el relator, permanece vigente.
Leo en EL MALPENSANTE un poema de la escritora Elizabeth Bishop (1911-1979), "UN ARTE":
El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.
Después, entrénate en perder más lejos, en perder más rápido;
lugares y nombres,los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.
Si la memoria es selectiva, ¿qué criterio aplica para decidir lo que debe permanecer o quedarse?
¿Qué pasó con aquellas prisas que en su momento parecían formar parte de los actos imprescindibles, ineludibles? Muchas vivencias que en su momento nos parecían fundamentales ni siquiera conservan hoy un espacio reducido en nuestra mente. En cambio, otras, menos trascendentales otrora, permanecen frescas.Aquella vez que atravesamos con el corazón a punto de estallar un tubo tendido a más de 20 metros de altura, porque tocaba, porque los chicos con los cuales nos encontrábamos habían decidido plantear ese desafío y no había modo de evitarlo; Esa otra ocasión en que de chicos decidimos un día ir a robar naranjas en una finca y el celador nos echó plomo.
¿Qué pasó con aquellas prisas que en su momento parecían formar parte de los actos imprescindibles, ineludibles? Muchas vivencias que en su momento nos parecían fundamentales ni siquiera conservan hoy un espacio reducido en nuestra mente. En cambio, otras, menos trascendentales otrora, permanecen frescas.Aquella vez que atravesamos con el corazón a punto de estallar un tubo tendido a más de 20 metros de altura, porque tocaba, porque los chicos con los cuales nos encontrábamos habían decidido plantear ese desafío y no había modo de evitarlo; Esa otra ocasión en que de chicos decidimos un día ir a robar naranjas en una finca y el celador nos echó plomo.
Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.
Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades.Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño,pero no fue un desastre.
Pienso en tantos jóvenes que marchan al extranjero en busca de mejores oportunidades y dejan aquí guardado el cofre de sus experiencias, mientras que alistan el saco vacío que se irá llenando con nuevas vivencias. ¿Cuáles pervivirán con el paso del tiempo?
Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca(¡escríbelo!) un desastre.