Leo en un post una nueva expresión, "familia interespecie", para referirse a aquellas personas que deciden adoptar un animal como compañía en vez de un bebé- Imagino que debe ser palabra proscrita en el Vaticano-. Este asunto de la familia se complica cada vez mas y se reclaman nuevas relaciones basadas en el género, la ruptura del modelo nuclear(madre, padre, hijos) y la irrupción de formas de convivencia que van desde hogares colectivos en los que la noción de familia implica a todos sus residentes, familias que comparten tareas y labores en conjunto, familias que comparten ciertas labores, pero mantienen su hogar nuclear, matrimonios de tres, parejas del mismo sexo, relaciones amorosas en las que cada miembro de la pareja convive aparte, relaciones de pareja abiertas. Todo un mosaico de posibilidades que cuestiona las normas establecidas en códigos y normas sociales.
Como seres humanos mantenemos relaciones particulares no solo con las personas sino con los objetos. Ese mueble viejo que todos quieren botar, menos su dueño, porque le aporta seguridad, confianza; el coche que se estima en mejor forma que cualquier relación con alguien. Amar a un animal, a otro animal, es costumbre vieja, convertida hoy en forma preferida para reemplazar a los hijos.
Camino por un parque y observo a perros y a sus dueños apoderados del espacio. Muchos, responsables, recogen los excrementos de los canes; otros, desgraciados, se hacen los pendejos, así que caminar por un parque parece una carrera de obstáculos en las que hay que evitar los túmulos dejados por animales convertidos en las estrellas del lugar; sé, y ojalá que mi deseo se convierta en realidad, que algún día no lejano los perros serán reemplazados por perros robots con inteligencia artificial y los perros naturales y sus dueños se quejarán de la inhumanidad de seres que depositan sus afectos en objetos antinaturales. ¡Habrase visto!
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