Decimos "lo cotidiano" y lo asociamos con el día a día, aquello que desde nuestro parecer no posee la importancia de lo trascendente. Para Juan Carlos Botero,
En lo cotidiano está la magia. Es decir, uno siempre cree que lo cotidiano es lo banal, lo trivial, lo intrascendente, pero hay que tener la mirada muy despierta para darse cuenta de que lo cotidiano es un espejismo y una suma de momentos mágicos. En el último cuento el personaje descubre que cada andén, que cada calle cambia según la hora del día, los peatones que van transitando... El mismo espacio va cambiando permanentemente. La cotidianidad y la vida están llenas de opciones y posibilidades de grandes aventuras: unas buenas, unas malas, otras terribles(El Espectador).
¿Por qué nos resulta tan difícil mirar con ojos curiosos la cotidianidad? ¿Qué podemos hacer para asumir de manera distinta la percepción del diario transcurrir ? La repetición de tareas, los hábitos que van construyendo el camino de nuestros pasos cotidianos nos ponen una venda, nos aplican una calmante que impide observar con curiosidad aquello que ocurre alrededor de nosotros. Acostumbrados a la rutina, pasamos ciegos ante hechos que demandan habilidades y sensibilidad para conectarlos.
Un elemento común en nuestra cotidianidad resulta ser la agresión, la violencia como fórmula de intercambio. Así que estamos acostumbrados a recibir y dar bofetadas a diestra y siniestra, actitud que cancela cualquier posibilidad de observar el mundo de manera desprevenida y generosa. Anota Botero:
La actitud más necesaria y la más revolucionaria es la decencia. En otros momentos era la lucha. Tenemos que desarmar el corazón, practicar la cortesía, escuchar respetuosamente al otro desde una posición de permeabilidad, tolerancia y autocrítica. Hay que seguir intentando elevar el debate y sacarlo de la cloaca. Tenemos que vernos como hermanos y compatriotas, no más como enemigos”,
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