"Es un anciano que lo sabe todo de las piedras y de los árboles, de los climas y de las estrellas", dice Carlos Montufar acerca de Humboldt, en la novela de William Ospina, "Pondré mi oído en la piedra hasta que hable". Humboldt, una tromba que inundaba todos los campos del saber, un caballo brioso para quien no había obstáculos:
No aprende lo mismo un científico encerrado en su gabinete que un hombre asomándose por el cráter de los volcanes, descifrando los vientos desde la cubierta de un barco, padeciendo el riesgo de los naufragios, desafiando el vértigo de los peñascos sobre el lomo de las mulas equilibristas, afrontando borrascas en la intemperie y enjambres de mosquitos que oscurecen el aire. También se aprende la realidad viendo hileras de esclavos que se calcinan bajo el sol despiadado, visitando furtivas casas de placer en una ciudad de las montañas o temblando de amor en un cuarto, en la tibieza de unos brazos desnudos (Pondré mi oído...).
Nacida en un pueblo de pescadores en Japón, Kaneko Misuzu, "tuvo una suerte poco común para las niñas japonesas de su época: permanecer en la escuela hasta completar, a los dieciocho años, sus estudios". Huérfana de padre a los tres años, se integró al trabajo de la librería de su familia, lo que le permitió leer los clásicos japoneses, chinos y occidentales. Temprano comenzó a escribir poemas, llenos de sensibilidad por la naturaleza. A los veinte años envía cinco poemas a una revista y son aceptados. Comienza así un periodo creativo que se trunca cuando se casa por imposición familiar. A partir de ese momento su vida cambia; su marido le prohíbe escribir y leer, frecuentar a sus amigos escritores y le contagia una enfermedad venérea.
Por mas que extienda los brazos, / nunca podré volar por el cielo./ Y el pájaro que vuela no podrá correr/ rápido por la tierra, como yo.
Por más que me balancee/ no se producirá un bello sonido. / Y la campana que suena,/ no podrá saber tantas canciones como yo.
La campana, el pájaro y yo, / todos diferentes, todos buenos.
KANEKO MISUZU
Cansada de los abusos de su marido, decidió separarse. "El golpe final vino cuando el para entonces exmarido decidió reclamar la custodia de la hija, la pequeña Fusae. El 10 de marzo de 1930, a los 26 años, Kaneko Misuzu, abrumada por el dolor emocional y físico, se suicidó con una sobredosis de calmantes, dejando una carta en la que pedía a su marido que diera la custodia de Fusae a su madre".
Humboldt y Misuzu representan dos maneras de entender y actuar en la vida. Somos tempestad o brisa apacible, acción o contemplación, reposo o movimiento. Dos maneras complementarias de incursionar en el humano oficio de comprender e interpretar, de sentir y analizar. Liebre o tortuga. Caracol o lince.
"Todos diferentes, todos buenos.
Esta entrada nació de la lectura de dos libros: "Pondré mi oído en la piedra hasta que hable" de William Ospina y "El alma de las flores", de Kaneko Misuzu.
Gracias
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