REDES DE SOLIDARIDAD
La mamá parte temprano en la mañana a vender sus arepas y empanadas. Las vecinas que quedan en casa se encargan del cuidado de sus niños. Así, todos los días, un intercambio de favores, una solidaridad que no cuesta dinero y una manera de realizar la crianza, digamos, extendida. Una red de afectos y solidaridades.
Dice Antonio Muñoz Molina que "nadie es autónomo, eso es una falacia, una tontería. Todos tenemos una cantidad de redes alrededor. La idea del individuo que lo consigue todo con su propio esfuerzo es otra mentira" (El País, entrevista de Sergio C. Fanjul). El discurso capitalista nos vende la idea de autonomía como la realización propia, producto del esfuerzo y la constancia, ajena a cualquier interacción y desprovista de solidaridades y apoyos. El hombre actual se explota a sí mismo hasta el agotamiento, piensa que las dificultades y fracasos son su culpa, nos dice Byung Chul-Han, el filósofo surcoreano.
La solidaridad es el otro nombre de las redes afectivas. Una interacción cotidiana en la que se aúnan fuerzas para resolver situaciones problemáticas, construir ramilletes de alegría y creatividad. Comunidades enteras ejecutan trabajos para construir un acueducto, abrir una trocha, recoger una cosecha, realizar un bazar para adquirir materiales para una guardería infantil, organizar una viejoteca para conseguir fondos destinados a pintar una escuela. Familiares y amigos aportan para el pago de una matrícula universitaria, el voz a voz ayuda a alguien a conseguir un trabajo, ante la pérdida de un ser querido, familiares y amigos crean el tejido de afectos para aliviar la pérdida.
El verdadero poder radica en las redes comunitarias, en las acciones colectivas.
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