LA BELLEZA DE LA VIDA
Regreso a Guaduas y luego de 6 horas de viaje me recibe un sol resplandeciente. Miro con cuidado la luz que se explaya soberana y le otorga colores y matices de tierra caliente. Igual que Honda y Mariquita, con la ventaja de poseer una temperatura que calienta, pero no agobia.
Parado en un costado de la Plaza de la Constitución, observo embelesado la claridad de la luz, la transparencia de los objetos, la efervescencia de plantas y árboles, me saboreo con la variedad de verdes de sus montañas y me alegro por tanta belleza. Pasan a mi lado personas de todas las edades y rasgos físicos, con el ritmo propio de estas tierras calientes, suelto, fresco.
Orhan Pamuk, el escritor turco, habla acerca de la escritura de sus novelas y señala que "siente la obligación, como parte de" su poética y su ética" de contar la belleza. Pasear por la calle, ver el Bósforo, conocer a una persona interesante, estar debajo de un árbol"(El Tiempo). La "belleza de la vida".
Existe una sensación particular que se vive cuando se está ante un paisaje radiante: el abandono de toda forma racional de comprender, el zambullirse en la delicada magia de un mundo que es también imaginación. La luz seductora de la tarde crea un mundo paralelo en el que el deseo de trascender semeja un arcoíris.
Ha caído la tarde. La luz tenue les imprime colores a las nubes, y un conjunto de arreboles nos ofrece un estado de placidez, el abandono gozoso de un momento que se debate entre la luz y las sombras. Es el tiempo breve, preciso, en el cual nos sentimos posesionados del planeta tierra, sin mas amarras que la intuición de formar parte de un conjunto armónico.
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