Recorrer de manera rutinaria las vías que nos acercan a nuestros destinos ha sido una costumbre milenaria, y cada época le imprime las características propias de su desarrollo científico y tecnológico, desde los desplazamientos a pie, pasando por carretas, diligencias, botes, hasta los trenes de alta velocidad y los aviones supersónicos. Las vías terrestres, marítimas y aéreas han sido factores decisivos en la conformación de las sociedades y les aportan los sellos distintivos de la cultura a cada grupo humano asentado en la diversidad de la geografía del planeta.
David Farrier escribe en "Huellas. En busca del Mundo que Dejaremos Atrás":" Asociamos las carreteras con la sensación de libertad...las carreteras hacen que nos sintamos modernos. Nos abren el mundo para nosotros, pero tal como señaló Emerson, también dictan la dirección que tomamos". Y Whitman, ese poeta de la vitalidad, dijo:" A pie y de buen humor tomo el camino abierto/ Saludable, libre, el mundo ante mí/ Ante mi la extendida senda parda que conduce a dondequiera que yo elija...(Song of the open road).
EL CAMINO SIGUE Y SIGUE
Los caminos siguen avanzando
sobre rocas y bajo árboles
por cuevas donde el sol no brilla,
por arroyos que el mar no encuentran,
sobre las nieves que el invierno siembra,
y entre la flores alegres de junio,
sobre la hierba y sobre la piedra,
bajo los montes a la luz de la luna.
Soñamos los humanos con un planeta cuyo paisaje artificial relevante sea la carretera. A la par con el crecimiento poblacional, la red de carreteras, ávida de movimiento, acerca los lugares y uniformiza el paisaje, abriendo las puertas para que penetre la red del consumo.
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