VESTIR DURANTE EL CONFINAMIENTO
Alejados de la rutina de los uniformes y las prendas para ir a trabajar, a estudiar, a rumbear, a pasear, a salir a la calle, hemos visto un cambio radical en nuestra costumbre de vestirnos: adiós a la formalidad.
De repente, las prendas menos vistosas y mas viejas pasaron a ser las preferidas de muchos. Esa camiseta olvidada en el fondo del closet es ahora la favorita del día a día, el short deshilachado, la blusa descolorida han pasado a ser las prendas favoritas.
A veces se descubren simulaciones frente a la pantalla por el teletrabajo o las clases virtuales como lucir saco y corbata con solo los calzoncillos, el saco del uniforme acompañado de una pantaloneta, la chaqueta del conjunto y abajo nada, la camisa del uniforme y chanclas.
La informalidad es nuestro sello verdadero. Son las convenciones las que nos hacen esclavos de prendas inútiles y ridículas como las corbatas, incómodas y dañinas como los tacones.
Este logro se debe, sin duda alguna, a la intervención inesperada del virus en nuestras vidas. Gracias a su intromisión, nos ha motivado a dejar de lado convenciones consideradas importantes, fundamentales en la vida de las sociedades, como si vivir sin ellas fuese el fin del mundo.
Planchar es una actividad innecesaria y las arrugas de las prendas son vistas con ojos complacientes. Del rigor y la elegancia en el vestir a la placidez del desaliño.
En cambio, los tapabocas han ganado espacio como prenda indispensable del vestir.
Uno de los primeros escritos de García Márquez en El Espectador de los años 50, es sobre una visita que hizo al Chocó enviado por el periódico.La sorpresa mayor para Éluna vez se bajó del avión; fue las camisas y pantalones blancos de los pobladores de Quibdó, debidamente almidonado. Acompañados del paraguas negro por razones climáticas
ResponderEliminarPodía imaginarse que esas prendas se mantenían rígidas en las casas y los hombres las abordaban por medio de butacas y escaleras. Las mujeres si empleaban vestidos de diferentes colores.
Situación parecida, tuve oportunidad de ver en Guaduas,tuve oportunidad de ver en Guaduas de los 50s y las prendas se llevaban en canastos parecidas a las negras cartageneros a las casas.
Se dice que un tendero en la plaza de la Pola, mandó construir un mostrador muy alto para poder atender solamente con camisa a los clientes.
Cuando estuve re no Quibdó en los 70s ya el blanco y el almidón habían desaparecido, pero se mantenían los paraguas y los códigos debajo del brazo.
Feliz Día y Cumpleaños por partida de doble.
Carlos Díaz Ferrer.
Incluida la plancha de carbón, tan especial para darles a esas prendas las líneas y formas de elegancia de la época.
ResponderEliminar