LOS AZTECAS Y LA FELICIDAD
Muy poco sabemos de las culturas indígenas precolombinas de América Latina. Apenas los testimonios de cronistas españoles y algunos mestizos que registraron desde la óptica de una sociedad medieval la riqueza y el esplendor de culturas disímiles. Lynn Sebastián Purcell es un filósofo dedicado a estudiar las culturas antiguas y en especial las de América Latina. La BBC publicó un reportaje, "¿Cuál era la idea de felicidad de los aztecas y qué podemos aprender de ella?, en el que el profesor Purcell analiza lo que pensaban y vivían los aztecas acerca de la felicidad y cómo su pensamiento se aleja de la mirada de los clásicos griegos.
Primero, recordemos cómo se instalan los aztecas en Tenochtitlán:
Lynn Sebastian Purcell, comenta: "Los aztecas no creían que hubiese ningún vínculo conceptual entre llevar la mejor vida que podamos por un lado, y experimentar placer o 'felicidad' por el otro". Significa esto que para los aztecas, a diferencia de la tradición filosófica occidental, la felicidad es pasajera".
"Resbaladiza,escurridiza es la tierra" solían decir los aztecas: "Lo que querían decir es que, a pesar de tener las mejores intenciones, nuestra vida en la tierra es una en la que las personas son propensas al error, propensas al fracaso en sus objetivos y propensas a 'caer', como si estuvieran en el barro...Por eso, antes que buscar deliberadamente una felicidad que, en el mejor de los casos, sería pasajera y azarosa, el objetivo para los aztecas era llevar una vida digna de ser vivida", señala Purcell.
Los aztecas, para referirse a una vida que vale la pena ser vivida, utilizaron la palabra neltilizti, "arraigada" o "enraizada". Y para lograrlo, establecieron cuatro categorías, nos dice Purcell:
El primer nivel "comienza con el propio cuerpo, algo que a menudo se pasa por alto en la tradición europea, preocupada por la razón y la mente", afirmó el filósofo.
Una vida digna de ser vivida no era posible sin lazos familiares, con amigos y vecinos, esos que te ayudarán a levantarte tras las inevitables caídas en la tierra resbaladiza.
Los aztecas, para referirse a una vida que vale la pena ser vivida, utilizaron la palabra neltilizti, "arraigada" o "enraizada". Y para lograrlo, establecieron cuatro categorías, nos dice Purcell:
El primer nivel "comienza con el propio cuerpo, algo que a menudo se pasa por alto en la tradición europea, preocupada por la razón y la mente", afirmó el filósofo.
Para ello, los aztecas tenían un régimen de ejercicios diarios sorprendentemente similar al yoga.
El segundo nivel implica enraizarse con la psiquis propia, un concepto que igual no abarcaba solo la mente, sino también los sentimientos.
Tercero estaba la comunidad, algo de crucial importancia para los aztecas.
A diferencia de Platón o Aristóteles, que planteaban una ética de las virtudes centrada en el individuo, esta civilización indígena ponía el eje en la sociedad.
Por último estaba el arraigo a teotl, una deidad que no era otra cosa más que la naturaleza.
Es así que este cuarto nivel se lograba con los tres anteriores, pero componiendo filosofía poética se lograba aún más rápido.
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