SABERES Y OFICIOS INÚTILES
La recuerdo en su casa, delgada, discreta. Hasta cierta época, realizaba los mas bellos trabajos de caligrafía para diplomas, condecoraciones. Poco a poco, su trabajo se hizo inútil, pues nadie la volvió a contratar. No sé si ella seguiría ejecutando los trazos artísticos que fueron el deleite de muchas generaciones. Ella, tan católica, debe estar en el cielo, sentada a la diestra de Dios Padre, ejerciendo su oficio de caligrafista celestial, con la venia y las sonrisas de los ángeles.
Una actividad que mojó ríos de tinta durante mucho tiempo ha pasado a ser mero recuerdo: las cartas. Propias de un tiempo lento, en el que la espera definía los ritmos del corazón, y moldeaba la esperanza con la paciencia. Esa comunicación íntima semejaba la búsqueda de la iluminación por medio de la palabra escrita. Luego era el viaje del mensaje, la conexión entre el emisor de esperanzas y dudas y el receptor que espera, ansioso. El cartero representaba la culminación de la angustia, el final de un tiempo congelado con la respuesta anhelada.
La periodista Tereixa Constenla analiza el valor de la correspondencia para la investigación histórica."La carta es un documento privado que permite contrastar el discurso de poder con el de los seres de carne y hueso que no tuvieron poder". "Renuncio a tus poemas si piensas que con ellos sustituyes a tus cartas;ese montón de alas estremecidas que vibran en mis manos, frescas como el rocío de tu intimidad" escribe una moderna y abierta Ernestina De Champourcin a Carmen Conde, dos años menor y en cierto modo su discípula"(El País, Anna Caballé).
Pasa el tren del tiempo, acompasado. Por el camino descarga y recoge los frutos de cada época. Veo mujeres acuciosas, tejiendo, cosiendo las prendas bellas del momento; herreros que forjan los metales, pregoneros de frutas, latoneros, telegrafistas, talabarteros, lavanderas, ascensoristas, zapateros remendones, lectores de fábricas, daguerrotipistas, amoladores, serenos, en fin, todo el inventario de oficios olvidados.
Hoy, con discursos en los que se elogia el pragmatismo y la utilidad, echo un viva a aquellos que todavía ejercitan tareas consideradas anacrónicas, y cuento aviones y declamo poemas y me pierdo mirando los arreboles en las tardes soleadas de Guaduas.
Echo un vistazo al sol poniente y sé que son las seis de la tarde.
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