SÍSIFO Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
Escribe Sergio Ramírez en El Tiempo: "En las salas de espera de los
aeropuertos y en los aviones, la mitad de los pasajeros lee ahora libros
de verdad y la otra mitad libros electrónicos". Y anota que " Siempre
imagino el espanto de los monjes medioevales que copiaban a mano los libros en
los conventos, y un día oyeron gritar por la ventana que se había inventado una
máquina infernal que los imprimiría en serie, con lo que el mundo en que vivían
encerrados trazando letras no tardaría en acabar para siempre".
Poco a poco, los libros electrónicos, las tabletas y no sé qué más gadgets ocupan el lugar que había sido el reino del libro. Cuando voy a Bogotá y entro a alguna de las librerías de mi predilección, me parece que irrumpo en un mundo que se desmorona lentamente. Miro a los clientes que ojean los libros y les agradezco en silencio su fidelidad a un formato que ha perdido la exclusividad. Sin embargo, reconozco que mi tiempo lo dedico por igual a leer en el computador, y confieso que he disfrutado de muy buenos momentos leyendo textos excelentes, gozando con la riqueza de tener a la mano imagen, sonido y texto. Las nuevas tecnologías nos plantean un reto a la inversa: cómo seleccionar entre tanta información aquella que merezca la pena.
Hoy me senté a grabar una película en una memoria usb. Como la alcaldía nos regaló un tablero interactivo, estoy feliz compartiendo con los chicos cantidades de material visual que antes representaban una tarea casi que imposible: literatura medieval española, documentales sobre García Márquez, Adele con su voz hermosa, películas, Frank sinatra y New York, New York.Así que ahora echo primero en mi bolso la susodicha memoria, que bastantes buenas experiencias me ha ofrecido.
Lejanos están los días en que el casete era el rey de nuestras propuestas en el aula. Cientos de casetes se acumulaban en los estantes y el VHS nos permitía mostrar las películas, los cursos de inglés. Cada cierto tiempo miraba con detenimiento los casetes, pues con el paso de los días los hongos se instalaban en las cintas y arruinaban el material grabado.
Cuando apareció el cine, se predijo la desapareción de la literatura. Cuando apareció la televisión, se anunció la muerte del cine. Igual ocurrió con la fotografía. Ahora hablamos del fin de la televisión por obra y gracia de internet. Y ahí están vivitas y coleando. Lo que sucede es que los avances tecnológicos obligan en algunos casos a innovar los formatos tradicionales. En otros, la desaparición es su destino final. Tal vez la diferencia esencial consista en la rapidez con que se producen los cambios en la sociedad contemporánea.
Creo que hemos ganado muchas cosas en términos de conciencia planetaria sobre la importancia de cuidar el medio ambiente, de evitar guerras de alta intensidad, de mejorar las condiciones de vida de las personas, de reconocerles a mujeres, niños y ancianos sus derechos. Y al igual que siempre, la codicia y la violencia marcan el ritmo de la vida contemporánea. La eterna lucha, esa que se parece al castigo de Sìsifo, condenado por siempre a cargar una roca hasta la cima de una montaña y luego verla rodar otra vez, cuesta abajo.
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