TABLA RASA
Leo con deleite este pasaje de "Una hora de fervor", la novela de Muriel Barbery:
-He venido aquí a frecuentar cierta forma de arte y de cultura, de la que acaba de colocar una síntesis sobre la mesa.
Miró el jarrón.
-¿Quién es el autor?-
-Keisuke Shibata, un alfarero de Kioto- contestó Haru-, y también un amigo.
-El legado entero de una civilización visto a través del prisma de un solo hombre vivo-murmuró Paul.
No somos tabla rasa. Nacemos con un legado que comprende la cadena de herencias y experiencias a lo largo del tiempo. Nacemos en un mundo construido y vuelto a construir en una sucesión infinita, cuyas claves son imposibles de develar. Cada intento, esfuerzo y logro comporta una patrimonio que se extiende a los orígenes de la humanidad.
Respondemos de maneras peculiares ante el miedo, las agresiones. Nos reímos y disfrutamos acudiendo a un legado de tradiciones. Asumimos ciertas posturas ante el fracaso amoroso. Nos relacionamos de formas particulares en el trabajo. Valoramos la vida y la muerte con perspectivas nacidas hace milenios. Entendemos la convivencia de acuerdo con normas establecidas a lo largo del tiempo y nuestras emociones corresponden al tejido elaborado en siglos.
No somos tablas rasas. Somos el resultado de un viaje milenario en este planeta.
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