PROHIBICIONES
Ahora que por manes de mis nietas me encuentro en el misterioso oficio de la crianza, descubro una red de teorías acerca de cómo educar a un niño y lo que mas me sorprende es la insistencia en la disciplina consciente, todo un decálogo de principios orientados a fortalecer las actitudes propiciadoras de afecto y respeto. Una andanada de estrategias en las que el grito, el regaño, la palmada, el fuetazo han sido proscritos y la autonomía es el logro principal.
Miro hacia atrás y recuerdo los principios que dirigieron durante mucho tiempo la crianza: autoridad y castigo como guías para educar a los niños. Un golpe era el colofón tajante frente a cualquier acto de desobediencia y una chancla, una correa, los inductores del buen comportamiento. Así que las prohibiciones fueron el pan de cada día en nuestras vidas, aunque siempre hubo lugar para la desobediencia y la rebeldía.
Prohibir ha sido un criterio regulador de la vida social. De esta manera se establecen las normas morales que rigen los destinos humanos. Prohibición y autoridad constituyen una pareja inseparable. Para muchos, solo queda acatar las órdenes. Se prohíben libros, películas, obras de arte, canciones, encuentros, fiestas, creencias, prácticas. Ahí cabe todo. Surge entonces lo clandestino. Un circuito encubierto, lleno de zigzags, que pretende dar vida y sentido a lo prohibido.
La prohibición adquiere dimensiones épicas cuando se trata del cuerpo. Aborto, raza, sexo y género son campos de batalla en las que no es posible lograr consensos. Las batallas contemporáneas son fundamentalistas y nos demuestran que como especie viajamos en cohetes espaciales y en la vida social esgrimimos el garrote primitivo. Cambian muchas cosas, menos la intolerancia y el dogmatismo.
Siempre habrá una justificación para prohibir. Siempre habrá la reacción de los que sufren las prohibiciones. Las contradicciones son inherentes a la condición humana y el deseo de imponerse aflora en nuestros comportamientos.
Lo bueno de las prohibiciones es que dan unas ganas locas de quebrantarlas.
Excelente blog, el mundo ha cambiado en cuánto a castigos rígidos en nuestros hijos, pero no ha cambiado mucho en castigar a quien piensa un opina diferente, de ahí tanta guerra, tanta persecusion a quienes quieren defender lo que otros están haciendo mal .
ResponderEliminarPienso que era mejor esa disciplina rigurosa, que nos llevaba ala obediencia y hacer las cosas bien y darles el valor agregado que se merecían.
ResponderEliminar´Parece que sin castigos no podemos vivir.
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