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sábado, 4 de abril de 2020



Enfermedad del coronavirus 2019 (COVID-19) | CDC

CERTEZAS E INCERTIDUMBRES EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

Recorrer sin prisa los lugares, reconocer en cada esquina, en cada rincón pequeñas historias ligadas a nuestro devenir, alargar la mirada en las avenidas, apurar el paso, revivir cada mañana los avatares del metro o del bus, comprar todos los días en la tienda, conversar, responder, aspirar el esmog de la ciudad o el aire limpio de los pueblos, contemplar la montaña, el sol, el río,bañarse en el mar, en el río,  reunirse con los amigos en el bar, el restaurante, la cita llena de esperanzas, en fin, un día y otro, acumulados, los que nos permiten trazar la cartografía de un lugar y de nosotros mismos.

El virus lo cambió todo. Confinados en nuestras casas, asumimos una rutina imprevista, desaprendemos los ritmos del  día a día y nos disponemos a vivir una experiencia en la que confluyen nuevas rutinas, y en la que afloran temores nuevos: perder el empleo, el rebusque, la venta. El dinero, maestro. Echamos mano de los ahorros, nos endeudamos y aprendemos pronto a estirar los pesos. La seguridad se fue a pique. 

Coronavirus (CoV) GLOBAL

Agotamos nuestro ingenio y echamos a andar prácticas olvidadas: leer un libro, conversar a la hora de la comida, ver una película, mirar por la ventana, arreglar la mesa, pintar una pared, asear la casa, rebuscar entre los trebejos, jugar con los chicos. Un día de pico y cédula al supermercado o a la tienda a aprovisionarnos de lo necesario. A ratos, se desata una pequeña tormenta y los niños convierten los espacios del hogar en montaña rusa, pista de saltos, ring de lucha libre.

Los celulares trabajan horas extras. Redes sociales, whatsapp a la lata, cadenas de chistes, noticias falsas, memes, oraciones, vaticinios. Whatsapp, Facebook e instagram son el recipiente de predicciones, fórmulas infalibles para atacar el virus, cadenas de oraciones, avisos premonitorios sobre el fin de la humanidad, clases de meditación, consejos culinarios, deportivos, sexuales. 

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Reconocemos el papel del estado, la necesidad de contrarrestar la arremetida de gobiernos proclives a favorecer a las grandes corporaciones. entendemos el valor de la salud como una responsabilidad del estado y no de empresarios privados, descubrimos el potencial de la educación en internet, la importancia de los maestros  y evidenciamos la debilidad de diversos sectores sociales, desprotegidos del todo.

Vivenciamos la solidaridad con la familia, los amigos, reconocemos el valor del personal de salud-desde el camillero hasta el especialista-,  la necesidad de garantizarles la estabilidad laboral y salarial. La moda se renueva con los tapabocas y la distancia social-adiós a saludos de mano, abrazos, besos- es la norma: de 1,50 mts a 2mts de distancia.



Y en cosa de segundos, pasamos de la seguridad de la que nos vanagloriábamos a la incertidumbre. Se derrumban las certezas, asoma el miedo. Aprendemos que todo se desvanece en el aire. Las fortalezas se derrumban el día menos esperado, de la forma menos esperada. Solo queda aprender a vivir con lo incierto, aprender  a movernos por  las rutas desconocidas del diario devenir. La eperanza,  la compañera de viaje ante las vicisitudes y los problemas.

Reconocemos el inmenso valor de la ciencia. El discurso de epidemiólogos, virólogos, médicos, científicos se torna familiar y atendemos las recomendaciones de los que saben bien. Falsos gurúes, avivatos disfrazados de profetas callan ante la imposibilidad de convencer con promesas. Queda la esperanza sincera, el valor de la trascendencia, la fe que mueve montañas. 

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Por un momento, miramos el devenir del mundo y nos preguntamos si esta forma de vivir es la mejor, si vale la pena seguir agotando los recursos naturales en aras del consumo desaforado. Por fin miramos pa' dentro.  Indagar por lo que significa nuestra vida, la muerte,  cómo amamos, cómo tratamos a nuestros semejantes, qué valor asignamos a las demás especies, a los seres inertes, qué tanto respetamos las normas de convivencia. 

Hemos comprobado que todo cambia, que las certezas de hoy son las dudas de mañana. En mi caso, ratifico un hecho: somos parte de la naturaleza y como tal, debemos amarla y respetarla. llegó el momento de preguntarnos si nuestros pequeños y grandes placeres merecen un replanteo, si solo el consumo puede explicarnos y otorgar sentidos a la existencia humana, o si existen maneras de alcanzar cierta plenitud en cuestiones tan sencillas y a la vez tan hermosas, como nos lo plantea  Rachel Carson: 

Aquellos que moran, como científicos o aficionados, entre las bellezas y misterios de la tierra nunca están solos o cansados de la vida. Cualesquiera sean las molestias o preocupaciones de sus vidas personales, sus pensamientos pueden encontrar caminos que los conduzcan a la satisfacción interior y a un renovado entusiasmo por la vida. Aquellos que contemplan la belleza de la tierra encuentran reservas de fortaleza que durarán tanto como duren sus vidas. Hay belleza y simbolismo en la migración de las aves, el flujo y reflujo de las mareas, el capullo doblado listo para la primavera. Hay algo infinitamente sanador en los estribillos repetidos de la naturaleza- la certeza de que tras la noche llega el amanecer, y la primavera sigue al invierno(El sentido del asombro).

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