HALLAZGOS

Provisto de catalejo, lupa, microscopio y telescopio, con alma de arqueólogo y curiosidad de poeta, me apresto a mostrar en público mis hallazgos, poco útiles para  aventuras pragmáticas e invaluable para nefelibatas. Agradezco a Kim Thúy, escritora vietnamita, pues de ella nace la inspiración y el primer descubrimiento: 

La huella del primer beso.
El corrientazo  mágico del bloque de hielo que experimentó José Arcadio Buendía.
La sonrisa de la sabana cuando Matilde camina.
El sabor del mango comido en el monte.
las chispas que brotan de un encuentro amoroso, apasionado.
La estela blanca de un bote que navega en la oscuridad(la vida de un ser humano, según una tradición budista).



La profusión de gotas en racimo que produce una zambullida en salto profundo hacia el río.
La caricia de la brisa que despeinó a Ilona.
El cofre donde se guardan los aretes de la luna.
El sonido triste del último tren que circuló en Colombia.
La última sombra en la madrugada, antes de que surja la luz tempranera.
Las penas de amor escondidas en el alma.
El aroma del café en la mañana.
El mapa para hallar a Macondo.
El sonido ronco de un coche viejo.
El aullido de un perro en la madrugada.
La carta que espera el coronel Aureliano Buendía.
La promesa de la amada.
los pétalos que  les arrancaba María a las flores.



Los dados con que Arturo Cova jugó su corazón al azar.
Los planos de la casa de la Estrategia del Caracol.
El alma que Benjamín Cubillos le dejó al diablo.
La botella donde me bebí tu amor.
El   vestido frondoso de la mujer que salvó al enamorado al caer de veinte mil leguas de altura.
La corona del rey de Vicente Fernández.
Las sábanas con que voló al cielo Remedios la bella.
Los destellos de una  mirada apasionada.
El calor de su mano en una tarde de cine.

Y así como Orhan Pamuk creó el Museo de la Inocencia en Estambul,  me comprometo a organizar el Museo de los Hallazgos en Guaduas, para deleite de propios y visitantes.

SER COLOMBIANO   

En tiempos  de nacionalismos extremos, cuando la geografía, la historia  y la  identidad  se asumen como armas para agredir, someter y humillar a "los otros",  me pregunto qué significa ser colombiano, cuáles son los símbolos identitarios que conforman nuestra cultura, qué sentido tiene poseer una identidad nacional, regional y local. 

Cuando se viaja a otras regiones, hay un aire de extrañeza que nos recuerda nuestra procedencia, un sentirse distinto y una curiosidad enorme por comprender las dinámicas de otras culturas. Al regresar, nos invade la sensación de arribar a lo nuestro, a lo conocido. Ese creo, es el primer rasgo de identidad: la identificación emocional con un territorio, con una cultura común.

La lengua es otro factor de identidad: nada mas inquietante que deambular por lugares en los cuales  la vida discurre entre sonidos, gestos e interacciones desconocidas: lost in translation.  las palabras " que terminan siendo el único testimonio, que se convierten en nuestro rastro, en nuestra huella, en nuestro escudo, hallan su esencia, su porvenir en los primeros años de vida, en instantes específicos que adquieren sentido lustros después, en las alegrías que parecían inacabables y en las aventuras que quedan en la memoria y , pese a que no se deterioran, sí mutan a nostalgias y a sentimientos en los cuales se hace irresistible no extrañar las caminatas y los descubrimientos de antaño" (Andrés Osorio Guillot, El mar, el bosque y la cárcel: el tridente narrativo de Álvaro Mutis, El Espectador). Eso sí, reconociendo la diversidad lingüística de Colombia, tan invisible y sujeta a colonialismo por parte del estado colombiano.



Un elemento discutible tiene que ver con la historia y los referentes comunes que otorgan sello de apropiación. En sociedades desiguales, los símbolos identitarios tambalean ante la imposibilidad de otorgar rasgos comunes a comunidades disímiles. Los héroes de la patria duermen el sueño de los olvidados, mientras las fronteras de origen y condición social crean abismos irreparables. Abundan los "usted no sabe quien soy yo", los "nortes" geográficos y económicos con murallas visibles e invisibles como rasgos distintivos de una clase social que se siente de mejor familia que el resto de los nacionales.



La religión es otro aspecto aglutinador alrededor del cual se erigen bastiones beligerantes cuya marca es el "fiel". Allí no hay lugar para indecisos e inconformes. El contenido de la religión se eleva a regiones que trascienden lo material, por lo que su verdadera patria está en otra dimensión.

Un rasgo definidor de la colombianidad es, sin duda, la violencia que ha permeado la existencia de nuestro país desde hace varios siglos. Ella ha definido los rumbos y las metas del proyecto de nación y constituye el antídoto eficaz contra cualquier forma de solidaridad. La violencia se maneja al acomodo de sectores e intereses mezquinos, despojando a las personas y comunidades del derecho al disenso.




Frente a las formas dominantes de la historia, las ideologías de toda clase y las identidades volátiles y mediáticas, existe una colombianidad que se abre paso: los relatos de comunidades despojadas, agredidas por la violencia, la existencia de formas de resistencia colectiva, las expresiones religiosas cargadas de amor y respeto por la vida, las maneras diversas de sentir y de amar, las expresiones gozosas de la rumba y la solidaridad, presentes en cada lugar y en todo momento, a pesar de los silencios interesados.



Pablo Correa escribió una crónica "Cita en el sendero de la anaconda", a propósito de un documental dirigido por Alessandro Angulo, patrocinado por Caracol televisión, sobre el recorrido de dos antropólogos, Wade Davis y Martin von Hildebrand por el sur de Colombia hasta el parque Nacional Natural Chiribiquete:

Alessandro Angulo aspira a que el documental -"El sendero de la anaconda"- que llegó el  27 de junio a las salas de Cine Colombia lleve a los colombianos a preguntarse " por qué no estamos mas orgullosos de lo que tenemos y somos; por qué la colombianidad no está basada en un relato de nuestra riqueza ecológica,  aun cuando somos el país de mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado". 



Ser colombiano demanda replantearnos los supuestos sobre lo que somos y descubrir mas allá de las apariencias y la tradición, nuestra riqueza y complejidad como grupo humano, dejando de lado legados apolillados que solo favorecen la existencia  de privilegios de clase. Ser colombianos con espíritu universal, pues los problemas esenciales competen a la humanidad entera. La nacionalidad es como los trajes, vistosa y atractiva.

De lo que se trata es de concebir nuestra existencia en el mundo como una experiencia diversa, y con la conciencia planetaria sobre el valor del mundo natural.

DE NÓMADAS  Y BÚSQUEDAS

"Capitán fantástico" es una película dirigida por Matt Ross: 

Narra la historia de Ben, un padre de familia que decide, junto a su esposa Leslie, trasladarse a un bosque para criar a sus hijos. Con una ideología anticapitalista aupada por las teorías de Noam Chomsky, Ben y su esposa comienzan un proyecto sumamente difícil, construir una especie de paraíso autosuficiente, donde ellos asumen la crianza de sus hijos, su educación y su preparación para la vida desde una perspectiva propia.  Anárquicos, desfasados y salvajes, los jóvenes viven en este mundo silvestre, preparándose de una forma primitiva vinculada con el mundo natural y la supervivencia en el medio, completamente ajenos a la civilización que transcurre no muy lejos de allí. La muerte de la madre, debido a una depresión, los hace encontrarse con una sociedad que los recibe sin entender exactamente que son(El Espectador Imaginario).

La búsqueda de una vida auténtica, desprendida de las tentaciones del capitalismo ha sido fuente no solo de la literatura y el cine. En el mundo real existen comunidades cuyas  inconformidades existenciales los conducen a la creación de espacios  ajenos a lo que consideran un mundo lleno de codicia y sometido al consumo extremo. 

Un libro, "Into the wild" (Hacia rutas salvajes), de Jon Krakauer, llevada al cine por Sean Penn, narra la búsqueda del joven Christopher McCandless, quien "a principios de los años noventa,  adopta el nombre de Alexander Supertramp, deja sus posesiones y sus ahorros a la beneficencia y abandona el mundo civilizado con rumbo a la salvaje Alaska para entrar en contacto con la Naturaleza y descubrir el verdadero sentido de la vida(Filmaffinity).

En este caso la búsqueda es individual y radical: vivir en una zona inhóspita de Alaska, con apenas los recursos básicos para sobrevivir y con el anhelo de permanecer en soledad. 

Ha sido una constante en la historia de las sociedades el deseo de aislarse del mundo por parte de personas y grupos. La insatisfacción y la utopía de la mano, suerte de ejercicio espiritual y material que semeja la búsqueda del paraíso en esta tierra. Esta exploraciones poseen matices variados, desde la búsqueda de la comunicación con Dios,  el rechazo a formas de vida consideradas antihumanas y la organización de una comunidad equilibrada y en armonía con la naturaleza.

"Nadie debería negar […] que el nomadismo siempre nos ha estimulado y llenado de júbilo. En nuestro pensamiento, la condición de nómada está asociada a escapar de la historia, la opresión, la ley y las obligaciones agobiantes, a un sentimiento de libertad absoluta, y el camino del nómada siempre conduce hacia el oeste"( WALLACE STEGNER, The American West as Living Space, Tomado de Hacia rutas salvajes).

El deseo de huir forma parte de las reacciones propias de seres provistos de un cerebro sujeto a la genética y a la cultura. Los impulsos primitivos perviven y nos estimulan a emigrar hacia regiones  en donde la caza y los frutos silvestres sean mejores, con el  atractivo  de lo desconocido; y la cultura, dinámica, cambiante, nos impele a experimentar con la novedad. Todo paisaje nuevo nos ofrece una perspectiva diferente, una posibilidad nueva. Atrás queda la rutina. 

En lo mas profundo de nuestro ser habita un gusanito que devora la pulpa de la costumbre. Sea del amor, el trabajo, el goce, el paisaje. Sutil, despoja las capas que recubren nuestras vidas y nos plantea el reto de empezar de nuevo, en otro lugar. 

Peregrinos en busca del equilibrio, asumimos la paradoja extrema de desear vivir  en mundos densificados en tecnologías y población u oasis en los cuales el mundanal ruido desaparece para ofrecernos -eso creemos-,  la auténtica humanidad.