PLACERES IA (Inteligencia Artificial)
Hace muchos años circulaba en Guaduas una historia acerca de un marino mercante que allá, por los años 70 del siglo pasado, trajo de uno de sus viajes por el mundo, una muñeca inflable. Se vivía en Guaduas una bonanza porque un buen número de jóvenes trabajaba en la Flota Mercante Grancolombiana y gracias a la influencia de un paisano, vicepresidente de la entidad, el mundo se volvió un pañuelo. Japón era para los guadueros un referente cercano, al igual que tantos lugares del mundo, por obra y gracia de esos d provincianos convertidos en trotamundos.
La muñeca de marras se volvió el motivo de fiesta de los hombres, al punto de tener que solicitar con antelación permiso a su dueño para disfrutarla. Cierto día, quien debía devolver la muñeca, no apareció. Intrigado, el dueño de la muñeca fue a la casa del susodicho a averiguar qué había sucedido. Tocó la puerta, apareció el personaje radiante y con voz luminosa dijo: ¡Véndame la muñeca, he decidido hacerla mi mujer!
Verdad o ficción, lo cierto es que los marinos mercantes fueron los gitanos que cada año volvían a Macondo con las novedades de un mundo extraño, novedoso. Qué dirán esos marinos hoy a propósito de sus muñecas al enterarse de que en Turín se ha abierto el primer burdel italiano de muñecas robot, nos cuenta Julio César Londoño (Placeres plásticos, El Espectador).
Burdeles semejantes están ofreciendo desde agosto el mismo servicio en Canadá, Dinamarca, Rusia y Austria, y en Holanda, siempre pionera, desde julio. Todos les garantizan a sus clientes media hora de placer íntimo y plástico por 80 euros con Kate, Giselle, Noemi o Alessandro, robots sexuales avanzadísimos, con apariencia hiperrealista y decenas de músculos y tendones precisos en la boca y en las otras zonas erógenas (muñecas plásticas).
Las empresas dedicadas a producir estos artefactos han echado mano de la inteligencia artificial, por lo que las muñecas pueden "sostener conversaciones complejas; y si el cliente es romántico, entablar relaciones sentimentales con él, como en la película Her". Además,
“Pero las muñecas no tienen alma, están programadas”, protestan los amantes del antiguo metisaca con cristianas de carne y hueso. Tienen razón, pero, ¿tenemos alma los seres humanos? Sí, pero poquita. Una corriente sociológica sostiene que estamos condicionados por los algoritmos trazados en los genes por la evolución y por las pautas de conducta que siembran en nuestro cerebro la publicidad, las redes sociales, los pastores y los políticos (¡casi nada!).
Y si estas novedades nos asustan, qué diremos entonces cuando "Lo verdaderamente moderno es la sexualidad remota, una evolución hipersofisticada de las líneas calientes que convertirá el sexo a distancia en una experiencia realista de altísima intensidad. Ya existen dispositivos para paladear los besos que nos envíen por el celular y trajes táctiles de realidad virtual que nos permitirán sentir el pulso, las caricias y los fluidos del amante".
Imagino en un futuro no lejano a los clientes adquiriendo impresoras en 3 D, las que permitirán" diseñar cuerpos y entornos a nuestro gusto, crear un avatar de su pareja ideal y participar en fiestas virtuales".
Por supuesto, estos productos son muy caros por lo que "Los pobres seguiremos dependiendo de la caridad de los prójimos, o de la mano propia, esa amiga leal y siempre solícita, e incluso de alguna mano ajena, que puede ser profesional o amateur, amorosa o mercenaria".
Un día no muy lejano, los humanos se preguntarán cómo carajos era posible en el pasado disfrutar del sexo sin la ayuda eficiente de la IA. Y reirán con desdén al observar imágenes de parejas haciendo el amor sin la presencia de los artefactos que nos hacen sentirnos homo deus.
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