Lloraba. Eran las dos de la mañana y el bus avanzaba solitario un poco adelante de La Dorada. Miré a mi vecino de puesto. Delgado, de unos treinta y tantos años. En la oscuridad, oía sus quejidos entrecortados. Me miró. Yo volteé la cabeza, avergonzado. -Esto es muy verraco- , me dijo.Y me contó, con voz triste, que su mujer lo había dejado, se había" largado" con otro. Y le había dejado los dos hijos. -Como si fueran estorbo- remató.
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Apenas tenía trece añitos cuando lo reclutaron los paras. De su familia no volvió a saber nada. Su nueva escuela le enseñó a disparar fusiles, a caminar por el monte en la noche.
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A medida que el avión se acerca a Inglaterra, su estómago le recuerda sus temores. Incertidumbres ante lo nuevo, pedazos de vidrio esparcidos en la memoria. Es como volver a nacer.
No recuerda en qué momento empezó la riña. En cambio,el momento en que quebró la botella y se la metió en el estómago a su oponente se le ha quedado metido en la cabeza.
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Mucho trago. Se montaron en el carro y se dirigieron a un lugar más movido. Al cruzar una avenida, un bus los embistió de frente.
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Salió como todos los días a encontrarse con sus amigos. Han pasado dos años y todavía lo esperamos.
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No dijo nada. Se encerró en su pieza, se subió en una silla y se colgó del techo.
La familia no se explica en qué momento comenzó la ruina. Todo fue muy rápido. Al comienzo, un poco colgados con las facturas del almacén, luego el embargo, la pérdida de la casa, del carro.El fin de la familia.
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Recibe al niño en sus brazos. Ese pedacito de carne, indefenso.
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Recibe al niño en sus brazos. Ese pedacito de carne, indefenso.
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Hay momentos de la vida que representan un punto de quiebre. Tal vez uno de los más evidente sea viajar a otro país. Pero más importantes aún, son aquellos puntos de quiebre que ocurren inadvertidamente, cuando las mismas cosas ya no se ven de la misma manera. Alguien me decía que viajar a otro país es la oportunidad de empezar una nueva vida; particularmente creo que mientras en el interior todo siga igual, de nada sirve marcharse lejos, pues los viejos temores, las pérdidas no resueltas, los complejos, etc. tocarán de nuevo la puerta.
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