PITALITO
MELODRAMAS Y CELULARES
Sentados en un bus de Coomotor, nos aprestamos con Alejandra a viajar desde Neiva al sur del departamento del Huila. Hace calor y a medida que el bus avanza, el paisaje nos seduce con la variedad de verdes y la abundancia de quebradas y ríos, en el que sobresale el río Magdalena. En las sillas de al lado, se han acomodado una mujer y dos niñas de rasgos aindiados. En la parte trasera viaja una mujer joven con una niña de entre nueve y 10 años, aproximadamente. En las sillas de adelante se ubican algunos campesinos y unos cuantos turistas. En Garzón se sube una joven negra, vestida con bluyín ombliguero y una blusa corta. El viaje transcurre de manera tranquila, las personas conversan, algunas duermen, otros disfrutan en silencio el paisaje.Al pasar Garzón, el bus se detiene ante una fila larga de vehículos. Lo de siempre: un derrumbe. Se inicia entonces ese fragmento de tiempo denominado "la espera", que transcurre entre el afán, el tedio, el desespero. Miro a mi vecina de al lado: de una canasta saca un fiambre, lo abre y come, primero ella, le da un bocado a la menor, vuelve a comer ella, a darle un bocado a la menor y la niña mayor espera. En la cuarta ronda le da por fin un bocado a la chica mayor. No entiendo la razón de su comportamiento.
La vecina de la silla de atrás saca su celular y llama: le cuenta a alguien sobre el derrumbe, está preocupada porque debe llegar al trabajo en Pitalito, le habla de la niña, le dice que tiene deseos de verlo, que no se vaya todavía. Cuelga. algunas personas bajan del bus y van a averiguar lo que ha pasado.Afuera, vendedores de agua, gaseosa, refrescos, achiras.
De nuevo mi vecina. Llama otra vez al personaje. Le pide que la espere, que quiere verlo.Y le pasa al teléfono a la niña. -Háblele a su papá- le ordena. La niña no habla nada. Le quita el teléfono:-ahora le dio por ser muda-dice la mujer. Y le pide de nuevo que la espere.Yo bajo del bus y curioseo la causa del trancón: una loma que se ha venido sin permiso. Una máquina y obreros trabajan despejando la carretera. -Vamos a dar paso-dice un policía. Todo el mundo corre a los vehículos y henos ahí de nuevo rumbo a Pitalito.
´La vecina le dice a la niña: -El es su papá y yo tengo derecho a llamarlo y a contarle sobre usted-.Vuelve a marcar. Esta vez le habla de la niña y le dice que él debe querer a la pequeña, preocuparse por ella. Y le pide...El bus sube una cuesta pequeña por lo que no alcanzo a oír bien. Aguzo el oído y escucho una solicitud fervorosa:- yo quiero volver a vivir con usted-. Silencio. Al fin la mujer exclama: -¿La tiene embarazada? y yo que pensé que íbamos a vivir juntos otra vez. Ahora sí me la puso verraca-. Una pausa. La mujer le dice al hombre que tiene que responder por la niña, que ella desea verlo como un papá juicioso. Y cuelga. No vuelve a marcar. Ni a hablar con su niña.
Luego de ocho horas, llegamos a Pitalito. Espero en mi asiento. Lamujer y su niña descienden del bus. Ahi va una historia sin fin, como todas las historias que ocurren sin pausa y que gracias al celular se convierten en radionovelas obligatorias que todos escuchamos con fruición.
Exquisita prosa. Gracias, Dago!
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