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domingo, 11 de julio de 2010


XX FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN

Son las 6:20 de la tarde. Abajo, desde el Cerro Nutibara se divisa a Medellín. La ciudad se ilumina lentamente y una lluvia ligera comienza a caer. -Vamos- le digo a Alejandra y nos encaminamos hacia el teatro al aire libre Carlos Vieco, ubicado unos metros más abajo de la cima de este cerro tutelar. Cuando arribamos al teatro, ya se encuentran llenas la mayor parte de las graderías. -Plásticos- corean los vendedores, pues la lluvia ha arreciado. Nos sentamos y esperamos a que se dé comienzo a la inauguración del XX FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN.

Miro con curiosidad al público asistente. Son, en su mayoría, jóvenes a quienes la lluvia parece alegrarles el espíritu. Delante de mí, dos jovencitas hermosas ríen mientras se protegen con una sombrilla. Luego de las palabras inaugurales, se ubican en la mesa 5 poetas: NIYI OSUNDARI, de Nigeria; U SAM OEUR, de Cambodia; CAROLINE BIRD, de Reino Unido; YEVYENI EVTUSHENKO, de Rusia y DARÍO JARAMILLO AGUDELO, de Colombia.

El primero en declamar sus poemas es Osundari. Con voz profunda, los declama en su lengua y en inglés. Luego, son traducidos al español. Son poemas llenos de vitalidad, animistas, con un ritmo acompasado. Un tamborero lo acompaña y al golpe del cuero fluyen las palabras hondas, de arraigo en la naturaleza y los mitos de su país.

A continuación, Caroline Bird. Alta, rubia, suelta sus versos irónicos, mordaces y juguetones sobre el amor. Luego, viene U Sam Oeur. Pequeño, moreno, cubre su cabeza una gorra. Canta adolorido una historia sobre sus dos hijas mellizas, asesinadas en el vientre de la madre por dos comadronas en un campo de concentración del gobierno de Pol Pot. El público apalude, silba, se emociona y la lluvia parece no existir.

Darío Jaramillo parece un ídolo musical contemporáneo, pues sus poemas de amor son acompañados por las voces de muchos jovencitos. - Tan lindo- dice una de las chicas a mi lado. Son poemas que me parecen algo nerudianos- los de VEINTE POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN DESESPERADA- con un toque de ironía.

Con un traje colorido, boina y bastón, Yevyeni Evtushenko es recibido con un aplauso cálido. Es un hombre enorme y su voz poderosa paraliza el teatro. Declama en español a ratos enredado, combina los poemas con anécdotas que caen bien entre el público. No en vano el ruso ha declamado sus poemas ante públicos de hasta 50.000 personas.

La noche parece desentenderse del frío y un cálido aroma perfuma el ambiente. Las palabras son las reinas de la noche: doloridas, ansiosas, provocativas, se despeñan al fondo de los corazones de todos los que hemos acudido a esta cita. Recuerdo haber leído la queja de alguien para quien esta clase de eventos son ejercicios inútiles y retóricos que nada le aportan a las personas. Tal vez. El lenguaje explicativo de los economistas, las razones de los editorialistas, las fórmulas de la autoayuda, las frases de los ídolos creados por el mercado dicen más cosas. La única diferencia estriba en la permanencia de lo que dice la poesía. Dijo Ezra Pound: LA LITERATURA ES LA NOTICIA QUE PERMANECE NUEVA.













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