Alice Munro, escritora canadiense nacida en Wingham, se ha constituido en una revelación de la literatura norteamericana, gracias a su prodigiosa capacidad para hacer de lo íntimo y cotidiano un cristal para mirar el universo. Artista de los detalles, es capaz de convertir un asunto baladí en microscopio que explora la complejidad de la vida humana. Creo que su obra-la que conozco- semeja un fino tejido en el cual se han entrelazado las pequeñas cosas que dan sentido a nuestra existencia, cúmulo de detalles integradores de vidas simples en apariencia.
El señor Mc Cauley, personaje de su relato ODIO, AMISTAD, NOVIAZGO, AMOR, MATRIMONIO, vive en un tiempo distinto al del momento real de su existencia:
" Vio al señor Mc cauley caminado en dirección contraria por la otra acera. No había problema; él no habría reparado en la caja ni aunque se hubiera encontrado con ella frente a frente. se habría llevado un dedo al ala del sombrero y seguido su camino, presumiblemente dándose cuenta de que era su ama de llaves, aunque quizás no. Otras cosas le ocupaban la cabeza, y hasta donde sabían todos, bien habría podido estar mirando otro pueblo que el que veían ellos".
Creo que, al igual que el señor Mc Cauley, los seres humanos nos afincamos en determinados momentos de nuestra existencia, y les atribuimos a ciertas experiencias e ideas el carácter de absolutas, equilibrando mundos diferentes en el tiempo, armonizando hechos y recuerdos ocurridos en tiempos distintos, por lo que la noción de lo ACTUAL merece mirarse con atención.
Este comentario surgió de la lectura de los relatos de la señora Munro y quise compartitlo con ustedes. De igual forma, los invito a discutir si la coexistencia de tiempos, emociones, deseos, gustos provenientes de momentos distintos es un rasgo propio de todas las personas, o se reduce acaso a las personas mayores. Y por supuesto, también los invito a leer alguna de sus obras:"Amistad de juventud", "secretos abiertos", "el amor de una mujer generosa", "el progreso del amor", "las lunas de Júpiter".
En la Universidad tuve un profesor de Derecho Constitucional que nos narraba la historia de las constituciones en Colombia. Cuando empezaba su clase se exaltaba con lo que a su juicio había sido lamentable para el país moviendo su bastón enérgicamente, se enorgullecía cuando recordaba los aciertos jurídicos y hasta sus ojos se humedecían al recordar algún episodio triste y, eso sí, no perdía oportunidad para resaltar que todo tiempo pasado fue mejor. Yo lo escuchaba muy atenta y, aunque su clase me fascinaba, me preguntaba: ¿Será que sus más de setenta años lo hacen hablar así -y vestir así-, o que indirectamente todas las personas pensamos que el tiempo que pasó y que no volverá es mejor que cualquier cosa que tengamos en el presente? Y me puse entonces a pensar qué música escuchaba, qué películas o series me gustaban y qué momentos de mi vida eran los que guardaba con más emotividad en mi corazón e inevitablemente apareció un tren con muchos vagones del ayer, que me guiaban a tiempos anteriores. Y en mi diálogo con personas jóvenes indagaba y encontraba, por ejemplo, amigos que solo escuchaban música de los años 60, la cual consideraban como lo mejor que había tenido la historia; entonces me pregunté: ¿Añoramos tiempos que ya vivimos, o tiempos en los que nunca estuvimos y nos hubiera gustado estar por alguna razón? Y recordé una vieja canción de Serrat que dice que “no hay nada más bello que lo que nunca he tenido y nada más amado que lo que perdí” y llegué a la conclusión, MI conclusión, de que seamos jóvenes o viejos, anhelamos el pasado, añoramos tiempos pretéritos que en la labor de recordar o imaginar se presentan maravillosos en nuestra mente: la música que ambientaba algún momento especial, que se escucha años más tarde y proyecta mentalmente una película de ese momento, el olor de algún lugar o de una persona que nos hace recordar un entorno, una piel…, la foto de un momento que quedó cristalizado en el tiempo, o la imagen publicitaria de un producto que consumíamos cuando niños y que luego se descontinuó. Realmente, creo que somos lectores de “periódicos de ayer”.
ResponderEliminarRealmente eso que escribes me ha revelado algo muy profundo, lauraluna. Gracias.
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