Cuenta Frédéric Gross lo siguiente:
A Rousseau le encuentran una cinta de color rosa y plata ya vieja que habían estado buscando durante mucho tiempo. Rousseau farfulla, balbucea (en efecto, él es el ladrón) y acusa a la joven Marion de habérsela dado. Todo el mundo se sorprende, puesto que la joven siempre había sido buena y leal. Se organiza un careo. El jovencísimo Jean-Jacques mantiene su acusación. Marion llora quedamente y, por supuesto, protesta. Rousseau se mantiene firme, reitera los cargos con una “diabólica audacia”, se atrinchera en la mentira como si su vida dependiera de ello.
Y reflexiona Rosseau: Así, cuando la vi comparecer se me desgarró el corazón, mas la presencia de tanta gente pudo más que mi arrepentimiento. Poco miedo me daba el castigo, solo la vergüenza me causaba espanto, pero la temía más que a la muerte, más que al crimen, más que a todo en el mundo( La vergüenza: ese sentimiento que llevó a Rousseau a aferrarse a una mentira como si le fuera la vida en ello, Frédéric Gross, El País).
A Rousseau y a cualquier ciudadano común y corriente la vergüenza les causa los mismos temores. Sentirse descubierto y expuesto al juicio implacable de la turba, sentir que la imagen construida con fervor se desploma sin remedio, soportar las ironías y peor aún, las burlas, consecuencia del desenmascaramiento.
La vergüenza es la pérdida de la máscara, la demostración palpable del carácter dual de los individuos. Se proyecta una imagen, se vive y se goza con lo prohibido hasta que un día, por cualquier circunstancia, se desploma la pared que oculta los secretos guardados con tanto encomio.
Sucede a veces que quien es expuesto al escarnio público realiza una maroma ingeniosa y convierte el motivo de burla en orgullo. La estrategia consiste en dotar de ángulos novedosos hechos que, desde el punto de vista dominante, son censurables. He visto a personajes despreciables alardear de su amor al nazismo y muchos se vanaglorian de ser aporéxicos- odio a los pobres-. Bueno, tengo que decir que presumir por estas cosas no tiene nada de ingenioso ni de noble. Salir del clóset es otra manera de convertir la vergüenza en motivo de orgullo, de reclamo de un derecho fundamental.
La vergüenza es la otra cara de la norma, la antimoral que se goza en privado y se sufre en público.