Son palabras que nos estremecen, nos dan una vuelta. Las leemos y sentimos que son nuestras, que lo que allí se enuncia nos pertenece. A mí me ocurre con cierta frecuencia: leo un libro, un artículo, escucho una charla, dialogo con alguien y como si ocurriera un sismo, aparece una frase, un párrafo con una carga de belleza, de asombro, de sabiduría, al punto de trastornarnos, de movernos el piso y elevarnos algunos centímetros del suelo.
Eso me ocurrió con "Mi testimonio y una visión para el futuro. Una vida en nuestro planeta": Soy David Attenborough. En el momento en el que escribo tengo 94 años. He disfrutado de una vida extraordinaria. Pero solo ahora aprecio lo extraordinaria que ha sido.
Noventa y cuatro años. Dedicados a documentar la riqueza del planeta y a mostrar el deterioro de los ecosistemas del mundo, la desaparición de numerosas especies y la confianza en que es posible asumir nuevos enfoques y estrategias para salvar la tierra. Por supuesto, la suya, es una vida extraordinaria al servicio del planeta. Además, un ejercicio pleno de belleza. Sus documentales no tienen parangón y son modelo de sensibilidad, pericia narrativa, calidad estética, compromiso y optimismo.
Para quienes somos comunes mortales, ¿ qué significa "una vida extraordinaria"? Creo que la respuesta está ahí, discreta: disfrutar aquello que nos ha correspondido en la vida. Se puede ser un "viajero inmóvil", seducido por las historias y las aventuras de otros; se puede gozar el pequeño espacio de la aldea y el ritmo vertiginoso de las urbes; vivir al máximo, con búsquedas sinceras y constantes, un oficio, una profesión. A medida que crecemos en años, el optimismo y la sed de aventuras menguan y en muchas ocasiones emergen triunfantes el tedio, el pesimismo. El encierro y la soledad nos asaltan y los temores ante la muerte se apoderan de nuestros pensamientos.
Todos los seres humanos realizamos gestas a lo largo de nuestras vidas, épicas en las que sobresalen el coraje, el sacrificio, la generosidad. en pequeño y en grande. El mapa de nuestras vidas está lleno de montañas de sacrificio, océanos de entrega, selvas de bondad y gestos solidarios. También de desiertos de crueldad y egoísmo.
Asumo que una cuestión central para vivir a plenitud consiste en mantener una red de afectos y solidaridades, sin la cual la vida se torna difícil. El afecto, el cariño, el amor son antídotos eficaces contra el fatalismo.
Chavela Vargas cantó: "no hay trago mas amargo que la vida". Para endulzarlo, unas dosis justas de amor.
El placer de la vida está en saberla vivir, no importa cómo, ni con quién.
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