BIVERSOS
Existe el universo. Inmensidad insondable, infinitud que desafía cualquier intento de aprehensión racional. Existen los biversos, inasibles, no por su extensión. Materia invisible que surge del encuentro de dos seres, hecha de olores, de ternura, de impulsos imperceptibles a nuestros ojos, de sonrojos y sudores, de silencios y de gritos.
El biverso requiere de oxígeno y de amor. Ingrávido, "como pompas de jabón", asume la forma de las nubes, se materializa en el canto, en la poesía. Su fortaleza radica en la ilusión y reclama cada instante como el único, el eterno.
La energía del biverso tiene distintos nombres, equívocos todos. "Erotismo", "deseo", "pasión", "entrega", "traga", "hechizo", "abandono". Reduccionista, convierte su espacio en universo. Fusiona en uno la materia de dos, o eso pretende.
Lo rodean los peligros. Agujeros negros intentan devorarlo. Con nombre equívoco también, esos agujeros reciben denominaciones tales como "tentación", "agotamiento", "decepción", "engaño".
Sueñan los biversos con la unicidad. Una operación de alta cirugía, riesgosa. El resultado, muchas veces: Doctor Jekyll y Mister Hyde. El unicornio azul se transforma en Frankestein. El universo individual se resiste a ser asimilado por las bondades del amor.
El aullido primitivo se niega a ser civilizado. Intervienen los sermones de los curas y predicadores. Eternidad, unicidad. Castigo, fuego. El caos.
Afuera, la noche misteriosa, inundada de estrellas. El amor es cometa suicida que recorre el firmamento. En su belleza, pretende la inmortalidad de camino al cementerio estelar. Aun así, se resiste.
En la noche radiante, una masa irisada surca el firmamento. Rebelde, se resiste a morir. Su eternidad consiste en la sucesión sin pausas de los infinitos biversos que a cada instante estallan en el universo.
Buscamos ser biversos en medio de la diversidad.
Cada biverso es un nuevo big bang.
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