A LA SALIDA NOS VEMOS
Era una jovencita muy linda, entusiasta y alegre. Venía de Bogotá-me contó que a su papá lo había amenazado una banda en el barrio donde vivían- y disfrutaba la vida en Guaduas. Al tercer día de clases, pregunté por ella. -Se retiró, maestro-. Me pareció raro lo que había sucedido así que cuando terminó la clase, volví a preguntarle a un grupo de chicos. -Las mujeres la amenazaron- me dijo uno de ellos. -¿Por qué?- pregunté. -Ellas dicen que es una piroba, creída y pantallera-respondió otro. Supe que al descanso la habían empujado y le propinaron algunos golpes y la amenazaron con darle una buena tunda. No volví a saber de esta chica ni de su familia. Ojalá que a donde haya ido encuentre un ambiente agradable y propicio para estudiar.
Historias como esta abundan en los planteles educativos de Colombia y son el pan de cada día. Creo que todos hemos soportado en algún año escolar las agresiones de "montadores" inveterados que convierten la ida a la escuela o al colegio en tortura extrema. Por estos días, los estudiantes del Samper han sufrido la arremetida de un grupo de jóvenes que a la salida del colegio se ubican junto al puente que conduce a la carretera nacional y hostigan y agreden a todo el que pase por ese lugar. La Policía acude y dispersa a los saboteadores, que entre risas y burlas se esconden y provocan a los agentes.
Como me preocupa esta situación, me fui a hablar con la Coordinadora de educación de Guaduas y le describí la problemática que viven los samperinos. Le manifesté que veía una oportunidad para que la alcaldía, El colegio, la Policía, la comisaría de familia, el juzgado de familia, la oficina de la juventud, la personería y la fiscalía dialogaran y propusieran ideas y acciones novedosas para responder a hechos que afectan la vida de una comunidad educativa.
El bullying, como se conoce al hostigamiento y la agresión que se comete contra alguien indefenso, ha venido en aumento. A esto se le suman los enfrentamientos entre galladas, entre colegios y el hostigamiento que combos y bandas realizan a las afueras de los planteles educativos. Los noticieros de la televisión se frotan las manos con estas noticias que permiten narrar desde la moral conservadora situaciones propias de sociedades posmodernas.
-Siquiera se murieron los abuelos-clamó a voz en cuello el poeta antioqueño Jorge Robledo Ortiz, en un poema de corte patriarcal que lamentaba los cambios ocurridos en la sociedad. En mi caso, no añoro nada de tiempos idos. Creo que cada momento posee la singularidad y la frescura que nos animan a amar la vida, capullo generoso que se convierte en mariposa multicolor. Reclamo en cambio el derecho a interpretar fenómenos como los que he descrito, atediendo a los aportes de disciplinas como la sociología, la educación, la sicología, la antropología y una fundamental: el anhelo de vivir en sociedades donde se respete la vida, el derecho a disentir, a expresar en libertad el pensamiento, a la libre circulación de ideas y personas, a actuar con justicia y equidad.
No pienso que antes(¿antes de qué?) los jòvenes fueran dulces palomas ajenas a la violencia entre pares, ni que los chicos tuvieran pensamientos más nobles y edificantes. Al igual que hoy, la violencia ha formado parte del proceso formativo de niños y adolescentes.En lo que sin duda se ha mejorado es en la instantaneidad de las convocatorias para los enfrentamientos por obra y gracia de celulares e internet y en la ampliación de los posibles rivales que no necesitan corporeidad inmediata, pues las redes sociales garantizan rivales de todos los pelambres, raza, sexo, país, tendencias sexuales, gastronómicas y todo lo que se nos ocurra. Pelear consiste en ganar reconocimiento, validado por la foto y el video que se sube a youtube o a facebook, de la misma manera que los suspiros juveniles necesitan de su registro en la página de face, sonico, etc.
Creo que la legitimidad de las sociedades ha encontrado espacios distintos de los tradicionales y las maneras de legitimizar identidades, representaciones y búsquedas individuales y colectivas se asumen desconectadas de eso que por comodidad llamamos tradición. A este propósito, escribe Marina Gorbis en el Malpensante:
Estamos siendo testigos del ascenso de lo que yo llamo una sociabilidad basada en la información-una sociabilidad que deriva de nuestra habilidad para conseguir acceso directo a gente extraña y para despojarla del anonimato, y por esa vía a los rastros de información que deja tras de sí, lo cual permite conocer muchos aspectos de ella:intereses, reputación,contribuciones en línea, gustos musicales, incluso preferencias a la hora de comprar.
¿Qué tan preparados estamos para abordar problemáticas como las que comento, e intentar ofrecer alternativas distintas del juego de simulación de la justicia, del lamento nostágico de curas y predicadores, del oportunismo de los políticos, de los reglamentos obsoletos de los colegios y no fracasar en el intento?
Que situación más difícil; se queda uno sin palabras. Casos similares a ese ocurren en todos los ámbitos.
ResponderEliminarPaola