MI AMIGO ANDRÉS Y VILLA DE LEYVA
-La Pacha Mama- dice Andrés mientras señala el hermoso valle donde se erigen los falos que construyeron los muiscas. Oservo los dividivis floridos que adornan este lugar sagrado. Hay una actitud respetuosa de parte del guía, quien se dedica a hablarnos de la visión de los primitivos habitantes donde hoy se asienta Villa de Leyva. Su mensaje me atrae por lo que de "alternativo"tiene frente a la corriente impetuosa de los discursos contemporáneos: emprenderismo, empresa, consumo.
He conocido en mi vida muchos Andreses para quienes la vida constituye una apuesta ajena a los modelos vigentes de distintas épocas. Por lo general, estas personas viven el día a día sin prisa y causan irritación a quienes asumen los compromisos como parte de un proceso de mejoramiento personal, es decir, un mejor nivel económico, propiedades, negocios, en fin, todos los juguetes que el capitalismo nos ofrece.
Cuando Andrés llegó a recogernos en su vehículo, nos miramos sorprendidos con Alejandra. Un Land Rover modelo antiguo, que se prende introduciendo una varilla por su parte delantera , con ayuda de un turista, quien debe presionar el freno o algo así.-No se preocupen- nos dice nuestro guía. -Jamás me ha dejado botado y es tan poderoso como cualquier jeep Zebra-. Viajamos con dos médicas simpatiquísimas, quienes no cesan de sorprenderse ante los discursos libertarios de Andrés. Su don de gentes le permite dialogar con fluidez con los vecinos de los lugares que visitamos. Y su relato discurre generoso por una geografía que se ha convertido en jugoso botín de personas que saben el inmenso valor que representa esta zona.
Andrés conoce cada rincón de Villa de Leyva y nos ilustra sobre el proceso de crecimiento de la zona. Conoce además a los empresarios grandes y pequeños y los incluye en sus explicaciones. El dueño de una finca donde existen los pozos azules es profundo conocedor de suelos y aguas y con él medimos la temperatura de uno de ellos:19 grados centígrados adentro, 15 grados afuera. En la noche nos lleva a unos termales en un área sin luz eléctrica. Las espermas y las linternas nos orientan y nos metemos en los pozos naturales, con una bóveda celeste que despliega su arsenal de estrellas. Una luna plena acompaña la charla, mientras disfrutamos de un vino adquirido en uno de los viñedos del lugar.
Me cuenta Andrés que hasta hace algún tiempo, no existían las cercas que hoy abundan en Villa de Leyva. El y otros quijotes descubrieron a los pocos visitantes lugares de ensueño que en la actualidad forman parte de empresas dedicadas a la explotación turística. El valor de la propiedad es uno de los más costosos de Colombia y la especulación en finca raíz el pan de cada día.
Hablamos de muchas cosas con Andrés: las plantas medicinales, su hijo, la comida, en fin, todo un repertorio de miradas novedosas acerca del vivir. Ha terminado el tour. Nos despedimos con un abrazo fuerte. De regreso a Bogotá, contemplo de nuevo el paisaje boyacense, tan variado, tan sugerente. Pienso en las cosas que hablamos con Andrés y de nuevo me alegro de que en este país existan personas como él, tan vitalistas y portadoras de estilos más armónicos con la vida y la naturaleza.
Diviso la sabana de Bogotá, tapiz de paisajes verdes, con flores que son un encanto y recuerdo a Aurelio Arturo:
Cuando Andrés llegó a recogernos en su vehículo, nos miramos sorprendidos con Alejandra. Un Land Rover modelo antiguo, que se prende introduciendo una varilla por su parte delantera , con ayuda de un turista, quien debe presionar el freno o algo así.-No se preocupen- nos dice nuestro guía. -Jamás me ha dejado botado y es tan poderoso como cualquier jeep Zebra-. Viajamos con dos médicas simpatiquísimas, quienes no cesan de sorprenderse ante los discursos libertarios de Andrés. Su don de gentes le permite dialogar con fluidez con los vecinos de los lugares que visitamos. Y su relato discurre generoso por una geografía que se ha convertido en jugoso botín de personas que saben el inmenso valor que representa esta zona.
Andrés conoce cada rincón de Villa de Leyva y nos ilustra sobre el proceso de crecimiento de la zona. Conoce además a los empresarios grandes y pequeños y los incluye en sus explicaciones. El dueño de una finca donde existen los pozos azules es profundo conocedor de suelos y aguas y con él medimos la temperatura de uno de ellos:19 grados centígrados adentro, 15 grados afuera. En la noche nos lleva a unos termales en un área sin luz eléctrica. Las espermas y las linternas nos orientan y nos metemos en los pozos naturales, con una bóveda celeste que despliega su arsenal de estrellas. Una luna plena acompaña la charla, mientras disfrutamos de un vino adquirido en uno de los viñedos del lugar.
Me cuenta Andrés que hasta hace algún tiempo, no existían las cercas que hoy abundan en Villa de Leyva. El y otros quijotes descubrieron a los pocos visitantes lugares de ensueño que en la actualidad forman parte de empresas dedicadas a la explotación turística. El valor de la propiedad es uno de los más costosos de Colombia y la especulación en finca raíz el pan de cada día.
Hablamos de muchas cosas con Andrés: las plantas medicinales, su hijo, la comida, en fin, todo un repertorio de miradas novedosas acerca del vivir. Ha terminado el tour. Nos despedimos con un abrazo fuerte. De regreso a Bogotá, contemplo de nuevo el paisaje boyacense, tan variado, tan sugerente. Pienso en las cosas que hablamos con Andrés y de nuevo me alegro de que en este país existan personas como él, tan vitalistas y portadoras de estilos más armónicos con la vida y la naturaleza.
Diviso la sabana de Bogotá, tapiz de paisajes verdes, con flores que son un encanto y recuerdo a Aurelio Arturo:
Este verde poema, hoja por hoja,
lo mece un viento fértil, suroeste;
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes.
lo mece un viento fértil, suroeste;
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes.
Qué bonita experiencia la de bañarse en aguas termales a la luz de las velas, sin nada que impida ver el espectáculo de un cielo colmado de estrellas.
ResponderEliminarA mí me gusta mucho ver el cielo en la noche, incluso en Bogotá, donde la luz artificial opaca a las estrellas. Pero es en Boyacá donde he visto el cielo nocturno más hermoso. Para mí, es sobrecogedor ver el cielo y pensar en que apenas somos una minúscula parte del universo.
¡Qué visión tan poética de una ciudad que despierta tantas emociones. es admirable toda persona que como usted es capaz de encontrar la belleza y el valor de la vida en las cosas pequeñas y sencillas.
ResponderEliminar