Está por terminar la clase de español. L. se acerca a mi escritorio y observo su interés en conversar conmigo. Le sonrío y me dispongo a escucharla. Miro sus rostro bello, su sonrisa generosa. Delgada, de tez clara, está próxima a cumplir quince años. Es una de mis consentidas. Le admiro su beligerancia a la hora de discutir cualquier tema, desde el spanglish hasta los matrimonios gay en Colombia. Y su energía contagiosa, que convierte mi trabajo en ejercicio placentero.
Su madre, chocoana, debió salir de donde vivían debido a la violencia. Quedaron allá su esposo y el hijo. Al poco tiempo, padre e hijo se desplazaron a otra población y la madre perdió contacto con ellos. El padre había tomado la decisión de romper la relación. Al cabo del tiempo, luego de sufrir lo indecible, la mujer conoció a alguien y se fueron a vivir juntos.
Ella procuraba encontrar la manera de ubicar a su hijo. Nació entonces L. :-Profe- me dice, - la tecnología es la verraquera. Yo comencé a explorar en las redes sociales, al comienzo de manera infructuosa. Al fin logré ubicar a alguien. Esa persona me dijo que conocía a mi hermano. Mi mamá mantenía el computador prendido todo al día , hasta que al fin logramos contactarlo-. Su voz trémula preludia unas lágrimas que amenazan con salir sin permiso. Cambio de tema y le cuento que se van a formar escuelas de danza, teatro y música. Su rostro resplandece y me dice: - Yo quiero estar en todas-.
Hace apenas un mes, L. permaneció triste durante una de mis clases. -¿Por qué estuvo tan callada?- le pregunto. Me mira y responde: - mis papás se van a separar-. Creo que ella no merece esta suerte. Algo le respondí, aunque sé que el dolor no se calma con palabras. Algunos chicos, interesados en el relato, se acercan.
Su madre, chocoana, debió salir de donde vivían debido a la violencia. Quedaron allá su esposo y el hijo. Al poco tiempo, padre e hijo se desplazaron a otra población y la madre perdió contacto con ellos. El padre había tomado la decisión de romper la relación. Al cabo del tiempo, luego de sufrir lo indecible, la mujer conoció a alguien y se fueron a vivir juntos.
Ella procuraba encontrar la manera de ubicar a su hijo. Nació entonces L. :-Profe- me dice, - la tecnología es la verraquera. Yo comencé a explorar en las redes sociales, al comienzo de manera infructuosa. Al fin logré ubicar a alguien. Esa persona me dijo que conocía a mi hermano. Mi mamá mantenía el computador prendido todo al día , hasta que al fin logramos contactarlo-. Su voz trémula preludia unas lágrimas que amenazan con salir sin permiso. Cambio de tema y le cuento que se van a formar escuelas de danza, teatro y música. Su rostro resplandece y me dice: - Yo quiero estar en todas-.
Hace apenas un mes, L. permaneció triste durante una de mis clases. -¿Por qué estuvo tan callada?- le pregunto. Me mira y responde: - mis papás se van a separar-. Creo que ella no merece esta suerte. Algo le respondí, aunque sé que el dolor no se calma con palabras. Algunos chicos, interesados en el relato, se acercan.
L... toma aire y continúa : Mi hermano vino al fin a Guaduas y pude conocerlo. Terminamos abrazados los tres y así nos cogió el sueño. Han tocado la campana para el descanso . Siento que todo ha vuelto a la normalidad y que al contarme esta historia, ella ha desatado el nudo que la oprimía por dentro . Luego, se va con sus amigas.
Permanezco en el salón y le agradezco desde lo más íntimo de mi ser a esta jovencita por haber compartido conmigo su historia, tan parecida a otras de tantos jóvenes que desde niños aprenden a conocer el dolor, la separación, con familias que luchan para ganarse el sustento, y que a pesar de todo, aman la vida y sueñan con unicornios.
Permanezco en el salón y le agradezco desde lo más íntimo de mi ser a esta jovencita por haber compartido conmigo su historia, tan parecida a otras de tantos jóvenes que desde niños aprenden a conocer el dolor, la separación, con familias que luchan para ganarse el sustento, y que a pesar de todo, aman la vida y sueñan con unicornios.
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