El ETERNO WESTERN
Antes de entrar, se acomoda el sombrero. Toca las cachas de los revólveres sujetos por fundas de plástico. La chaqueta, abierta, para que no incomode a la hora de desenfundar las armas. La oscuridad es cómplice. Se acerca al mostrador y ordena: dos pesos de pan. En ese momento, llega la luz y los parroquianos, deshechos de la risa, miran al niño disfrazado de pistolero. Sólo tiene seis años. Avergonzado, echa a correr calle arriba y la carrera termina cuando llega a su casa.
El niño de marras es un ferviente cineísta del teatro Orión. Cada domingo, a las 11 de la mañana, asiste a la función matinal: Roy Rogers, Hopalong Cassidy, Wyatt Earp, Gene Autry. Y los mexicanos: Durango Kid, el aguila Negra y otros, versiones manitas de los pistoleros al norte del Río Grande o Bravo. De ellos ha aprendido la ética del pistolero, la suficiencia que otorga la rapidez para desenfundar la Colt 45, el gusto por la soledad de las praderas, el amor por el caballo, la inevitabilidad de las riñas en el saloon, la vida que se juega a cada instante, el riesgo de la horca, la cárcel.
Entre semana, la lectura de los libros de vaqueros, cuyo escritor de culto se llama Marcial Lafuente Estefanía. El niño lee a la perfección. Ha aprendido incluso a matizar el tono de la voz: Fuerte, enérgica cuando se trata de encarar a los bravucones; honda, suave, para el caballo. Y a la hora del recreo, los duelos en las lomas de la escuela.
Igual que aquel niño, muchos otros se deslumbraron ante la avanzada que despojó a los nativos de sus tierras, subordinó la naturaleza e impuso la marca de la civilización, la que se abría paso a punta de winchesteres y vías de ferrocarril. Hollywood convirtió la historia de un despojo en gesta exultante de la civilización estadounidense. Las diligencias, los jugadores, los ranchos, el saloon, la cárcel, el establo, el ganado, el banco, los sombreros Stentson, las prostitutas, los duelos, los árboles donde se colgaba a los perdedores, el predicador, los indios desalmados. Y el todopoderoso revólver, salvoconducto infalible para desbrozar las breñas ásperas de la resistencia indígena e imponer el individualismo de los capitanes del progreso.
Leo en el New York Times del viernes 26 de noviembre que la Asociación Nacional del Rifle bloqueó el intento de imponer restricciones a la venta de armas y explosivos a terroristas incluidos en una lista del FBI. De igual manera, saboteó la promulgación de una ley para imponer restricciones a la venta y uso de armas. Y logró tumbar la propuesta del presidente Obama para nombrar a Andrew Traver como director de la Oficina de Alcohol, Tabaco, armas y Explosivos, argumentando que Traver estaba comprometido con los partidarios del control de armas en las calles.No contenta con esto, ha demandado al estado de Texas para que se permita a jóvenes entre 18 y 20 años comprar pistolas y revólveres y portarlos de manera no visible en lugares públicos.
Aunque el western como género ha perdido vigencia en Hollywood, la figura del pistolero está vivita y coleando en Estados Unidos. Las armas son el garante de la libertad individual, y la seguridad colectiva depende de los arsenales que se guardan en los hogares. Los "coyotes "que persiguen a los ilegales mexicanos encarnan el sueño contemporaneo de una sociedad que guarda como su tesoro más representativo la existencia de armas que más temprano que tarde harán de Estados Unidos una trinchera gigantesca.
Debo decir que en Estados Unidos muchas personas y organizaciones sociales y políticas rechazan de manera beligerante y organizada la locura liderada por sectores del partido republicano y la ANR. Reivindicaciones sociales y políticas en favor de las minorías han sido ejemplo para el mundo. No en vano son losEstados Unidos la sociedad más dinámica y creativa del planeta.
El teatro Orión desapareció como muchas otras salas de cine en Colombia. Los niños de entonces son hoy adultos que se sorprenden ante los nuevos íconos juveniles producidos en Hollywood. y ante la avalancha de formas sofisticadas en que se recrea la violencia gratuita, añora uno el coraje y la transparencia de los duelos hombre a hombre en esa calles largas y polvorientas de los pueblos del oeste.