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miércoles, 23 de junio de 2010



FÚTBOL Y VIDA



En el número 129 de la revista EL MALPENSANTE, Juan Gabriel vásquez entrevista a Javier Marías, destacado novelista español.

JGV: Camus decía que cuanto sabía de moral lo había aprendido en el fútbol. ¿Crees que sublimamos demasiado el asunto, o que hay una verdad en eso del fútbol como metáfora de la vida?

JM: Hay cierta verdad, para mí al menos. En el fútbol hay victoria y derrota, hay azar, hay drama, existe lo inesperado y los vuelcos del destino; hay venganza (o deseo de revancha), hay traiciòn, hay generosidad y egoísmo, hay nobleza y vileza, hay soberbia y humildad, hay envidia y hay celos, hay brutal rivalidad, hay lucha, hay sentimiento de humillación y de hundimiento, hay éxtasis momentáneo(como todos los éxtasis). ¿Acaso no consiste en todo eso la vida más vehemente, la vida más viva? Yclaro está, hay destreza e inspiración, pero también buena y mala suerte. ¿Qué más se puede pedir?

¿Qué opinas de estas palabras de Javier Marías? ¿Recuerdas alguna anécdota que ejemplifique los conceptos del escritor español?

lunes, 21 de junio de 2010



CARLOS MONSIVAIS

Abro al azar "AIRES DE FAMILIA" de Carlos Monsivais y leo:

Las melodías y sus letras implorantes o desafiantes fortalecen la comedia o aligeran las penurias del melodrama. En especial, la mezcla de comedia, melodrama y recursos del teatro de variedad encumbra a dos cantantes y galanes: Jorge Negrete, el charro cantor, y Pedro Infante. A la naciòn soñada entre disparates y aciertos casi involuntarios, cuyo nombre es México, la caracterizan el perfil rural, los paisajes bellìsimos, las tragedias que interrumpen los besos, y los charros que pasan sus días a caballo mientras un trío los acompaña a campo traviesa.


Pasajes como estos fueron los que desencadenaron una ruptura con mi manera de comprender a mi país y a América Latina: La escritura que explora e integra sectores, zonas vistas como separadas, y la hermosa conjunción de lo culto y lo popular, el cine y la educación sentimental, la polìtica y los medios de comunicación, la religión y el sexo. Las fronteras trazadas desde la academia fueron traspasadas por la imaginación y la ironía de un hombre para quien todos los aspectos de la vida mantenían un nexo secreto, una gozosa relación- en muchos casos adúltera, espuria, libertina-, lo que le permitió aproximarse a la vida y la historia de México y de América Latina con la frescura de un niño a quien su padre lo ha llevado a conocer el hielo.

Luchador incansable de las causas populares, irreverente hasta el tuétano, irónico por vocación, amante de los gatos y de los comics, enamorado irredento del cine y la literatura, navegó por parajes que sólo él, como baquiano experto, era capaz de descubrir.

El mejor homenaje a Monsivais no puede ser otro que el de gozarse hasta el delirio sus libros y artículos desparramados en revistas y periódicos del mundo, sus entrevistas y programas radiales.

José Louis Stevenson escribió: "Algo habré hecho mal, o no sería tan famoso". De Monsivais puedo decir que su vida fue siempre un ejercicio de generoso compromiso con los de abajo, y su fama, el reconocimiento de aquellos a quienes amó y defendió con su pluma y ejemplo.













miércoles, 16 de junio de 2010



UZBEKISTÁN Y COLOMBIA

Al hombro, medio bulto de naranja y colgando de su mano derecha, medio de mandarina. El sombrero, firme, a pesar de la carga. Menudo, con el poncho terciado en su hombro izquierdo, me dice: ¿Compra madarina? Este ritual se repite cada sàbado y por supuesto, le compro una o dos docenas de frutas. Don Anselmo, así se llama, transporta los bultos desde la vereda de Cinta y Fría hasta el casco urbano de Guaduas y recorre las casas del centro ofreciendo naranja y mandarina "común", a $1.500 la docena. El precio es justo y más barato que en la Plaza de mercado.

Como él, existen en Colombia muchas personas que venden productos diversos, algunos de ellos en vía de extinción: Guamas bejuco, piñuelas, corozos, pomarrosa roja, amarilla, mamoncillos. Y ni hablar de productos elaborados en casa: empanadas, masato, chicharrones(! ah buenos los de Bosconia!), mazamorra, transportados a veces en vehículos adaptados para tal fin, motos, carretillas, bicicletas; En Guaduas es famoso el papamóvil, cajón repleto de morcillas, pasteles, bofe, hígado y aledaños, para deleite del gusto y tormento del corazón.

Estas ocurrencias vinieron a mi mente a propósito de la lectura de IMPERIO, la obra de kapuszinski. Este ha ido a visitar a su amigo Djumal Smanov, pastor de ovejas en un koljoz en el valle de Susamir, en la cordillera de Tien-shan:

La hospitalidad de esta gente es increible: para celebrar mi visita, en esta ocasión del todo accidental, Djumal mató un carnero y preparó una cena. La yurta se llenó de invitados que , avisados por un mensajero que había recorrido a caballo otros pastos, acudieron a la cita. Sentados en cuclillas sobre esteras, pulíamos a dentelladas huesos de carnero y bebíamos vodka. A la hora de beber vodka, los kirguises superan a los rusos, y ni qué decir tiene, a los polacos. También beben las mujeres. Por regla general, durante un banquete, suelen quedarse fuera de la yurta. El anfitrión llena un vaso de Stolichnaia y llama por el nombre a una mujer. Esta se pone en cuclillas y apura el vaso de un trago. Luego, sin decir palabra, sin comer nada, se levanta y desaparece en la oscuridad.

En el curso del banquete ofrecen al invitado un plato con la cabeza del carnero cocida. El huésped debe comerse el cerebro. Después debe sacar un ojo y comérselo también. No hay que olvidar que el ojo de un carnero tiene el tamaño de una ciruela. El otro ojo se lo come el anfitrión. Así se forjan los lazos de confraternidad. Se trata de una experiencia que queda grabada durante mucho tiempo. (Imperio, ps. 86, 87).

Pienso que nuestras vidas están llenas de esta clase de experiencias, tan hermosas y complementarias con aquellas más cercanas a los grandes centros de consumo. Así que invito a los amigos blogueros a contar esas experiencias gastronómicas que por siempre permanecen en nuestros recuerdos placenteros.


domingo, 13 de junio de 2010



IMPERIO


Soomo Soomonián, al hacerse monje, decidió llamarse KOMITÁS. Nacido en Turquía en 1869, dedicó toda su vida a recopilar la música popular armenia, y compuso una gran cantidad de coros armenios. En 1915 empezó el exterminio armenio por los turcos. Orhan Pamuk, el nobel turco, ha denunciado el silencio de los gobiernos de su país y la política de estado de negar esta carnicería, en la que fueron asesinados a cuchillo millón y medio de armenios. Komitás estuvo a punto de perecer en estas masacres:

Unos soldados turcos subieron a Komitás a lo alto de una roca de donde se proponían arrojarlo al vacío. La hija del sultán de Estambul, alumna suya, lo salvó en el último momento. Pero ya había visto el abismo y perdió la razón.


Tenía entonces cuarenta y cinco años. Alguien lo llevó a París. No sabía que estaba en París. vivió veinte años más. No articuló palabra alguna. Veinte años en un manicomio. Apenas sí caminaba, permanecía mudo , pero sí miraba. Se puede suponer que veía; Los que lo visitaron, dicen que observaba fijamente los rostros.(IMPERIO, RYSZARD KAPUSCINSKI).

¿Por qué su obsesión por mirar con intensidad a los que lo visitaban? Aventuro una respuesta:
Entre las múltiples facetas de los rostros está la de la muerte. Imposible, para un ser de tan rica sensibilidad, aceptar la barbarie que sus ojos han presenciado. Su música, que se eleva gozosa para rendir homenaje a Dios, es puesta ante el abismo que representa el fanatismo. El vacío pretende acallar la profunda comunión entre un ser humano y su religión. Y el corolario misterioso, el silencio. Imagina KOMITÁS que su música ha sido desterrada del reino de los mortales. Y sólo queda su íntima ceremonia con lo divino.

Este texto surge de la lectura apasionada del libro IMPERIO, que recomiendo a mis amigos blogueros. Vale la pena leer este reportaje del autor polaco, donde se registra su recorrido por 15 repúblicas socialistas, en un momento en que el imperio soviético se derrumba.

jueves, 3 de junio de 2010

LA CASA MUNDO

El Jardín Botánico de Nueva York realiza, durante los meses de mayo y junio, una exposición denominada Emily Dickinson's Garden. the Poetry of Flowers. Antonio Muñoz Molina escribió una reseña de esta exposición en BABELIA - PAÍS de España y señaló:

... Emily Dickinson vivió siempre en la misma casa en la que había nacido, y por una extraña virtud de su inteligencia y de su sensibilidad, da la impresión de que no dejó nunca de ver las cosas más comunes con la atención fascinada, con la mirada primitiva de un niño, lo cual no sólo resulta compatible con la madurez, sino quizás es un atributo necesario de la inteligencia.

Amherst, Massachusetts, (1830-1886) fue su morada. Allí vivió y escribió ,y su poesía se conoció luego de su fallecimiento. Entre el jardín y la huerta, entre las paredes de la casa paterna construyó Dickinson un universo apasionado, sensible

Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.

(Certidumbre)


En Colombia, un vate de origen nórdico, León de Greiff, escribió, con marcado acento intelectual y libresco:

NO HE VISTO EL MAR
...
LA CÁNTIGA ONDULOSA DE SU TRÉMULA CURVA
NO HA MECIDO MIS SUEÑOS;
NI OÍ DE SUS SIRENAS LA ERÓTICA QUEJUMBRE;

Los unía a ambos el amor por los libros, aunque sospecho que al colombiano noruego le apasionaba la erudicción, tal vez como resultado de las travesías intelectuales y geográficas de su vida. En cambio Dickinson pensaba que

para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más rápido y brioso corcel.

(ensueño)


¿Qué relaciones establecía Dickinson en su huerta y en su jardín, que le permitían elaborar con fineza complejas interpretaciones de la vida, de los seres humanos y de la naturaleza? Imagino una manera de aproximarse a las cosas mediada por la belleza evidente del ambiente rural de su casa, con flores que transportaban los secretos ocultos en sus pétalos, y que recogían en la pequeña dimensión de su cuerpo el universo

Es cosa tan pequeña nuestro llanto;
son tan pequeña cosa los suspiros...
Sin embargo, por cosas tan pequeñas
vosotros y nosotras nos morimos

(Pequeñeces)


Soledad, introspección, sensibilidad fueron sus recursos para interpretar el mundo, y un silencio volcánico convirtió sus pensamientos en poemas, pequeños capullos que sólo florecieron después de su muerte. Con su enorme capacidad para percibir relaciones invisibles en las cosas, alcanzó la seguridad que otorga la inteligencia atenta:


Con Dios jamás he hablado
ni lo visité en el cielo,
pero segura estoy de adónde viajo
cual si me hubieran dado el derrotero.






martes, 1 de junio de 2010


NOSTALGIA





Caminar por la Jiménez significa traicionar el recuerdo de una época más hermosa, menos colorida y más digna, sin la presencia ofensiva de tantos negros y negras posesionados de los semáforos, de indios malolientes con sus trapos ridículos, de paisas detestables que creen sabérselas todas, en fin, tantos no bogotanos sintiéndose dueños de una ciudad que no es la de ellos, la mierda, qué tan falso es aquello de que convivir significa tener que aceptar grupos a los que les falta el estilo, la clase que sólo los bogotanos-los verdaderos- sabían-saben- imprimirle a la vida. El viejo se detuvo, molesto, a contemplar a un grupo de músicos que interpretaban un ritmo del Pacífico. Ni más faltaba, la Costa en Bogotá, como si no fuera suficiente con todos los negros que se han apoderado de la Candelaria.

Al llegar a la cuarta con Jiménez, el viejo se detuvo en la Librería Lerner. Observó con cariño los libros, entró y tocó con delicadeza algunos de ellos, abrió uno de historia de Colombia y escribió con letra cursiva: Heliodoro Téllez Rubiano, a mucha honra. Puso el libro en el estante y salió hacia la tercera. Al llegar a la estación de Transmilenio, compró un tiquete y se acomodó en el bus que se dirigía al portal del Norte. Con delicadeza se quitó un zapato y extrajo de la media una granada. Sus vecinos de asiento retrocedieron asustados. El viejo sonrió. –No hay nada qué temer. Es de juguete-. Con desconfianza, las personas volvieron a sus sitios.

Cuando el bus tomó la Caracas, rumbo al Norte, el viejo empezó a cantar. –Acompáñenme-dijo. Algunos se rieron abiertamente, otros prefirieron mirar a otros lugares. –Como en los viejos tiempos-. Cuando terminó de cantar, el viejo se levantó e hizo una reverencia a los pasajeros. Uno de ellos gritó-bravo!- y los demás aplaudieron. Una explosión de risas inundó el bus y algunos abuchearon al viejo. Este sonrió y se sentó nuevamente. Dormitó un rato y luego sacó del bolsillo del saco una foto de un tranvía que circulaba por la séptima.-Eran lindos- dijo el viejo. Y le entregó la foto a una mujer que viajaba a su lado. –Muy linda. Comentó con displicencia. Y le devolvió la foto.
Al llegar al paradero de la 57, el viejo se arrodilló y empezó a rezar. Luego se levantó y gritó con todas sus fuerzas. –Por la Bogotá verdadera-, y arrancó el seguro de la granada. Gritos, empujones, caídas se sucedieron en una breve fracción de tiempo. Un ligero estallido dio paso a una pequeña bandera en la parte superior de la granada en la que se leía: HELIDORO TÉLLEZ RUBIANO AMA A BOGOTÁ.