Estambul, la autobiografía de Orhan Pamuk y de la antigua Constantinopla es un recorrido personal, familiar y vital por la vida del autor de ME LLAMO ROJO, en el contexto de una ciudad que termina convertida en personaje principal del relato.
De familia burguesa y occidentalizada, Pamuk explora la íntima relación entre el vasto escenario de Estambul y la mirada de un niño que descubre que sólo es posible verla en blanco y negro, describirla con ese matiz que da el reconocimiento de la decadencia de un lugar otrora esplendente, hoy en ruinas. El imperio otomano se ha ido para siempre. Los lugares plasmados por Melling, el pintor alemán de finales del siglo XVIII Y mediados del XIX, describen un paisaje del cual sólo quedan las ruinas. Y Pamuk, obsedido con la pintura, constata la ausencia de un imperio que ya no es, registro decadente de edificios, palacios que arden y se derrumban, de manera inexorable, de la cual “…recuerda lo que ocurría en su alma, intenta expresarlo en conceptos y convertirlo en una historia con sentido y entretenida”.
Acude Pamuk, además de sus recuerdos, a los testimonios de autores que han escrito sobre la ciudad: autores turcos, de quienes afirma que su mirada se ha enriquecido con el legado de autores europeos como Gerard Nerval, Teophile Gautier y Gustave Flaubert, a quienes reconoce haber visto con mayor agudeza las complejidades de una ciudad con presencia de minorías: Rumíes( griegos), armenios…, tristemente desplazados por los nacionalistas turcos.
Estambul explora con delicadeza la transformación de un lugar que es a su vez la transformación de un hombre: pamuk. Y nos suscita recuerdos, memorias, de aquellos espacios tan cercanos, los que nos rodean, los nuestros, que son nuestra sensibilidad, aquella que les asigna colores, sabores y emociones a los lugares que amamos.
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