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sábado, 26 de julio de 2025



NOSTALGIA POR LOS QUE NO CONOCIMOS DE CERCA

 ¿Nos deja  huellas alguien con quien no hemos interactuado de forma física? ¿Experimentamos tristeza , vacío por alguien a quien no tratamos personalmente cuando fallece? La respuesta es concluyente. Existen personas que sin haber interactuado físicamente con nosotros han marcado a un pueblo, a la humanidad entera: Jesús, Mahoma, Buda, Sócrates, Marx, Hanna Arendt, Simone de Beauvoir, Marie Curie, Jane Goodall, entre otros. Esos son los que no requieren explicación. 

Otros, invisibles para la inmensa mayoría de la humanidad, han aportado afecto, solidaridad, amor a montones a sus seres cercanos. En cada pueblo, vereda, barrio pululan personas que se destacan por ser afectuosos con el mundo que los rodea y se ganan el cariño de los que comparten con ellos ese espacio. Los hay que siembran árboles y brindan a sus paisanos- y a la humanidad- frescor y aire puro; otros, entrenan y comparten sus saberes en el deporte y la cultura; algunos realizan acciones encaminadas a mejorar las condiciones de vida- un acueducto, una escuela, un cultivo, una cooperativa-. Un día nos enteramos de su muerte y a pesar de no haber sido cercanos a ellos experimentamos una sensación de tristeza, de pérdida.

Carlos Monsivais, intelectual mexicano, murió hace algunos años. Era para mí un faro de ideas, una experiencia única a la hora de entender este mundo tan enrevesado. Lo extraño, así como guardé un luto en mi corazón por quien puso color a mi vida, me descubrió una manera distinta de mirar a América Latina: García Márquez.


Cómo me hubiera gustado tomarme un café con ellos. Y con Willie Colón( me imaginaba en un escenario en el cual yo cantaba un pedacito de "Gitana" mientras el público coreaba conmigo la canción). Ella en Brasil, yo en Guaduas. Símbolo de sensualidad latina, gracia tropical que me embelesaba y me transportaba al paraíso de la sensualidad mulata: Sonia Braga. Tantas y tantos que se ganaron un pedacito de mis anhelos y sueños y que me dejaron la pena  cuando fallecieron.

Sueño que camino por Aguaclara con Marguerite Yourcenar yAzar Nafisi, autoras de "Memorias de Adriano" y "Reading Lolita en Teheran". Son mis amigas de muchos años. He aprendido tantas cosas sabias y bellas de sus escritos. Les pregunto tantas cosas mientras contemplamos el valle de Guaduas. 


Me hacen falta. 

sábado, 19 de julio de 2025




LA LLUVIA

 Llueve en Bogotá. Un aguacero torrencial. Miro a través de la ventana: Pasa una mujer, paraguas en mano, de prisa. La mitad de su vestuario, mojado. La imagino anhelando llegar a su casa para cambiarse y dedicarse a las faenas del hogar. Esto de la lluvia me inquieta: la miro con curiosidad, agua que se ha recogido en las nubes, proveniente de tantos lugares. Avisa pintando de negro las nubes. Por el tiempo en que dure, los humanos somos diferentes. Tiene ella la virtud de motivarnos a pensar diferente. En lo frágil de la existencia. En la gracia de la existencia. En el hogar como un refugio seguro. En la tristeza.

Siempre he vivido la lluvia como la expresión húmeda de la tristeza. Es una sensación que nos remite a los orígenes, a la eventualidad como factor determinante de los acontecimientos. Es una tristeza guapa que no se lamenta. Apenas se siente. Y nos abarca. Nos enseña a vivir- por un instante- la presencia de la mortalidad. A interrogarnos sobre nuestra presencia en el planeta. A mirar con  espíritu crítico la cotidianidad y el sentido de  lo que hacemos. Con aire ligero y pausado.


Ha cesado la lluvia. Las calles mojadas, el frío y el transitar constante de gentes y vehículos. Cada uno embebido en sus asuntos. Anhelando el regreso. La casa es refugio, guarida. En la mente, la imagen y el olor de una taza de café o de aguapanela. Tal vez una aromática. Y el reencuentro con aquellos que han dedicado el día a sus asuntos. Al llegar a casa, se advierte el valor de la compañía. Un, abrazo, un beso, una sonrisa.

sábado, 5 de julio de 2025

 


LOS RITUALES

Una boda posee el encanto de un cuento de hadas, con princesa y corte incluidas, el traje vaporoso de la novia, el ramo, el arroz como señal de abundancia, la torta, el baile inicial, los regalos, las palabras. Un ritual. Igual con el bautismo, el grado, el cumpleaños. Igual con la navidad, la feria, el natalicio. No nos explicamos sin los rituales. 

Julio César Londoño escribió en El Espectador:

El papa Francisco murió dos veces. La muerte clínica ocurrió a las 7:35 a.m. del lunes de Pascua a causa de un derrame. La muerte teológica tuvo lugar minutos después, cuando el camarlengo entró a la habitación del papa en la Casa Santa Marta, se acercó al lecho, golpeó tres veces la frente del papa con un martillo de plata y marfil y lo llamó por su nombre de pila –«Jorge Mario… Jorge Mario… Jorge Mario»–. Esperó un momento y le susurró: «Vuelves al polvo». Solo entonces el papa estuvo oficialmente muerto y el joyero del Vaticano rompió su anillo-sello.


Los rituales representan la fórmula exitosa para sobrevivir como especie. Ellos son una mezcla de secreto y fascinación que fortalece el espíritu de grupo.  Un ritual trasciende la ordinario, lo común. Posee una dosis justa de enigma y otorga confianza y esperanza. Al realizar los rituales atravesamos la frontera de lo evidente y nos adentramos en el misterio. 

El ritual forma parte del enmarañado universo de los símbolos, sin los cuales no es posible explicar al ser humano:

Uno puede cuestionar el dogma, dudar de la rectitud de la Iglesia y hasta de la bondad de Dios, pero sus rituales son fascinantes. La semiótica del blanco, del morado, del rojo y del negro, los anillos de piedras rutilantes, tan grandes como los pecados que expían, los cordones de oro, los crucifijos bizantinos que rematan báculos sarmentosos de plata, símbolos esotéricos bordados en fajas y estolas, un boato fashion, una gravedad sacra, cantos gregorianos y fugas de Bach, milenios de sangre, misterio y poder, la arquitectura cifrada de las catedrales, las gárgolas al borde del cielo, las enormes cúpulas apoyadas sobre sí mismas –como la fe–, los sahumerios y las plegarias ascendiendo por las cascadas de luz de los vitrales, la casi tangible presencia de la divinidad. EL EVANGELIO DE FRANCISCO, JULIO CÉSAR LONDOÑO, EE

Los rituales paganos poseen características similares a los religiosos. Los desfiles conmemorativos, las marchas militares, los mítines, los encuentros deportivos adquieren resonancia si van acompañados de un cuerpo de episodios, objetos, silencios y palabras que los convierten en actos imprescindibles. La teatralidad acompaña siempre el ritual y su ejecución ceremonial constituye la ratificación de una tradición que otorga sentido a la vida de una comunidad, de un grupo.

No podemos existir como especie sin las fórmulas que brindan cohesión y sentido a lo que hacemos.