DE LOS EXCESOS
Sam Anderson escribió un artículo en el New York Times, " New sentences: from the new rules of coffee":
A veces las cosas se salen de control. En un año, en el concurso de clavados de la N.B.A., un participante realizó un clavado con un objeto misterioso envuelto en negro que mostró, después, como una pintura de sí mismo sobre una pintura de sí mismo. Nerón, el famoso emperador de Roma, construyó un comedor giratorio en el que los huéspedes podían comer pavo real mientras los pétalos de flores revoloteaban desde paneles especiales en el techo de marfil. El escritor Tao Lin una vez leyó un poema en el que repitió la frase "La noche siguiente comimos ballena" durante casi tres minutos.
Y añade:
Este es uno de los rasgos más encantadores y enloquecedores de la humanidad: nuestro instinto invencible de exceso. No podemos simplemente disfrutar de un hogar bien proporcionado con decoraciones elegantes, tenemos que producir Versalles. No podemos simplemente apreciar un hermoso pájaro matutino, tenemos que describirlo (como lo hizo Gerard Manley Hopkins) como un "Halcón al amanecer". No podemos disfrutar del Cañón del río Snake sin que algún temerario vestido con una traje de bandera estadounidense trate de sobrevolarlo en una cicla de cohete híbrido.
Eso que llamamos excesos forma parte de nuestras vidas. Comidas pantagruélicas, noches de locura en las que el sexo, las drogas y el alcohol rompen los delicados diques de la contención y la mesura, acciones suicidas en las que arriesgamos el pellejo arrojándonos al río desde alturas de vértigo, desafíos automovilísticos o en moto que desbordan las normas de la prudencia.
Cada cierto tiempo ocurre el "llamado de la selva interior", un deseo de probarnos ante el mundo. Pareciera que los periodos de cordura exigen instantes o momentos de excesos, los que de verdad otorgan las vivencias mas intensas y nos regalan, por un instante, la plenitud de vivir.
El justo medio es ideal de ángeles. Es el nirvana que desecha los placeres, el ascetismo cristiano que etiqueta la vida con el rótulo "pecado".
El exceso es el aullido feroz del animal que se cree dios.
Eso que llamamos excesos forma parte de nuestras vidas. Comidas pantagruélicas, noches de locura en las que el sexo, las drogas y el alcohol rompen los delicados diques de la contención y la mesura, acciones suicidas en las que arriesgamos el pellejo arrojándonos al río desde alturas de vértigo, desafíos automovilísticos o en moto que desbordan las normas de la prudencia.
Cada cierto tiempo ocurre el "llamado de la selva interior", un deseo de probarnos ante el mundo. Pareciera que los periodos de cordura exigen instantes o momentos de excesos, los que de verdad otorgan las vivencias mas intensas y nos regalan, por un instante, la plenitud de vivir.
El justo medio es ideal de ángeles. Es el nirvana que desecha los placeres, el ascetismo cristiano que etiqueta la vida con el rótulo "pecado".
El exceso es el aullido feroz del animal que se cree dios.
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