LUIS CARLOS LÓPEZ
Pasa el tiempo. Los lugares se transforman, aquello que en su momento fue imprescindible y novedoso ha sido barrido por el olvido. Nombres rutilantes de una época son hoy meras alusiones de especialistas que nadie lee . Cada vez que visito pequeños pueblitos perdidos en la vasta geografía de Colombia, con sus calles polvorientas, árboles frondosos y un ritmo lento en las costumbres, me niego a aceptar que muy pocas cosas permanecen, que el movimiento incesante de la vida arrasa con todo lo que se le ponga al frente. Y pienso en un poeta que a mi juicio logró plasmar toda una época de la historia cotidiana de Colombia y que cada vez se lee menos:LUIS CARLOS BERNABÉ DEL MONTE CARMELO LÓPEZ, más conocido como el "tuerto" López.
Entro a una tienda y pido una limonada. Afuera, el calor obliga a las personas a refugiarse en sus casas y sólo los perros deambulan libres por las calles.
Flota en el horizonte opaco dejo
crepuscular. La noche se avecina
bostezando. Y el mar, bilioso y viejo
duerme como con sueño de morfina.
Muchachas solteronas de provincia
que los años hivanan
leyendo folletines
y atisbando en balcones y ventanas
...
Pobres muchachas, pobres
muchachas tan inútiles y castas,
que hacen decir al Diablo,
con los brazos en cruz:!Pobres muchachas!
crepuscular. La noche se avecina
bostezando. Y el mar, bilioso y viejo
duerme como con sueño de morfina.
El universo poético del cartagenero discurre entre los prototipos provincianos, el tedio, una ligera concupiscencia y la más punzante ironía en la historia de nuestra literatura.
el alcalde, de sucio jipijapa de copa,
ceñido de una banda de seda tricolor,
panzudo a lo capeto, muy holgada la ropa,
luce por el poblacho su perfil de bull-dog.
...
su mujer, una chica nerviosamente guapa,
que lo tiene cogido como una grapa,
gusta de las grasientas obras de Paul de Koch,
ama los abalorios y se pinta las cejas
mientras que su consorte luce por las callejas
su barriga, mil dijes y una cara feroz...
ceñido de una banda de seda tricolor,
panzudo a lo capeto, muy holgada la ropa,
luce por el poblacho su perfil de bull-dog.
...
su mujer, una chica nerviosamente guapa,
que lo tiene cogido como una grapa,
gusta de las grasientas obras de Paul de Koch,
ama los abalorios y se pinta las cejas
mientras que su consorte luce por las callejas
su barriga, mil dijes y una cara feroz...
Miro a los parroquianos que conversan, responden sus celulares y miran el noticiero de televisión. Una jovencita, de blusa ombliguera y bluyín ceñido se dirige a su amigo: "marica, vamos esta noche a la discoteca". No se parece esta chica a la muchachas provincianas de López:
Muchachas solteronas de provincia
que los años hivanan
leyendo folletines
y atisbando en balcones y ventanas
...
Pobres muchachas, pobres
muchachas tan inútiles y castas,
que hacen decir al Diablo,
con los brazos en cruz:!Pobres muchachas!
La poesía del Tuerto López plasma un universo tan parecido al que refleja Fernando Botero en su obra pictórica. El mundo provinciano de sus cuadros, parece nutrirse de los tipos que discurren por la poesía de López-curas, familias, prostitutas, políticos, policías, pueblitos-. Un mundo rígido, autoritario, lleno de convenciones y jerarquías, macho y sectario. Y seres humanos que a pesar de todo, lograron imprimirles a sus vidas la riqueza y el ritmo de un porro (hablo de música).
Salgo a la calle. Pasan raudas dos motos. Es otro mundo el que se vive hoy. Ya sólo queda la nostalgia.
Salgo a la calle. Pasan raudas dos motos. Es otro mundo el que se vive hoy. Ya sólo queda la nostalgia.
Noble rincón de mis abuelos:nada
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y de la espada,
del ahumado candil y las pajuelas...
Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletín...las carabelas
se fueron para siempre de tu rada...
!Ya no viene el aceite en botijuelas!
Fuiste heroica en los años coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.
Mas hoy, plena de rancio desaliño,
en puedes inspirar ese cariño
que uno le tiene a sus zapatos viejos.
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y de la espada,
del ahumado candil y las pajuelas...
Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletín...las carabelas
se fueron para siempre de tu rada...
!Ya no viene el aceite en botijuelas!
Fuiste heroica en los años coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.
Mas hoy, plena de rancio desaliño,
en puedes inspirar ese cariño
que uno le tiene a sus zapatos viejos.
(A mi ciudad nativa)
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